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  Carta desde el Arrepentimiento y la Franqueza (Sergio Gay Laudes)
 



  Carta desde el Arrepentimiento y la Franqueza

  Sergio Gay Laudes

El primer recuerdo que me viene a la mente cuando pienso en el día en que te conocí es el de aquellas escandalosas máquinas de escribir que servían para inmortalizar tus palabras en un papel, o aquellas cartillas ya entonces gastadas y manoseadas de puro uso que ayudaban paulatinamente a familiarizarse contigo. No forma parte de mis primeros recuerdos ese instrumento al que llamaban pauta, mucho más silenciosa y pequeña que las mastodónticas Perkins, pero que siempre fui incapaz de manejar con un mínimo de soltura.
Desde ese momento vivimos un idilio que duró más de diez años, durante el cual gracias a ti inicié mi pasión literaria, con aquellos libros que leía tumbado en la cama hasta que me vencía el sueño. Con tu sistema escribí mis primeros cuentos, participé en mis primeros concursos y por supuesto, a ti te debo mis primeras cartas de amor (¿recuerdas aquel cecograma?).
Sin embargo, en la universidad todo cambió. El inexorable avance de la tecnología y la enorme cantidad de información que debíamos manejar en la facultad te fue relegando a un segundo plano, y después a un tercero, hasta llegar casi a abandonarte por completo.
Porque amigo mío, lo tienes que reconocer, eres demasiado grande, demasiado voluminoso y demasiado lento para el vertiginoso ritmo de la era actual. No puedes evitar el hecho de que ya no eres el único, no puedes luchar contra la elegancia y atractivo que tienen los lectores de pantalla, ni tampoco la instantánea velocidad con la que se transmite información desde un ordenador o un smartphone.
Todo esto es cierto, pero últimamente me veo recurriendo a ti cada vez con más frecuencia, como a ese amigo a quien siempre acudes para lo realmente importante pese a que los avatares de la vida ya no favorezcan la relación de antaño.
Supongo que te preguntas el por qué de esta repentina vuelta al redil por mi parte, y debo confesarte que tras el entusiasmo de la novedad me doy cuenta de lo mucho que todavía te necesito. Con el tiempo y la experiencia debo admitir que es en papel como mejor pienso, que es contigo con quien estudio, que es tu sistema el que empleo cuando quiero leer algún texto de esos que agitan conciencias. Con ellos, con los modernos, nunca podré reír como contigo; con ellos, con los modernos, nunca podré llorar como contigo; con ellos, con los modernos, jamás podré sentir ni expresar lo mismo que a tu lado resulta tan sencillo, por la simple razón de que contigo, querido Braille, soy yo el que lee, y no hay mayor placer comparable al de saborear las palabras por uno mismo sin intermediario que les arrebate su magia o su calidez.
Ahora que estoy en disposición de reconocer que en algunos aspectos me habría ido mejor si te hubiera hecho más caso, quiero pedirte que me disculpes por no tratarte como te mereces. Sin embargo no pretendo jurarte exclusividad, porque ya todo es diferente en pleno siglo XXI.
Sí puedo, en cambio, luchar porque ocupes el lugar que legítimamente te corresponde, y no por descargo ni hipocresía, sino porque tú no puedes convertirte en algo vintage solo al alcance de un puñado de irreductibles nostálgicos. Sigues siendo imprescindible para los niños, que en ningún caso deben comenzar su itinerario formativo sin aprender a conocerte. Eres necesario no solo para los jóvenes ciegos o para aquellos que  puedan perder la visión, sino también lo eres para el resto, que a veces olvidamos que la rapidez de los otros sistemas genera abstracción y provoca vicios  que no voy a mencionarte porque seguro que los conoces gracias a esa sabiduría bicentenaria tuya.
Debes dejar de considerarlos a ellos como rivales irreconciliables, porque no se van a marchar. Los tiempos cambian y han venido para quedarse. Tendrás que ser capaz de coexistir con ellos pacíficamente. En nuestra mano está, eso sí, integrarte para que no pierdas tu papel irrenunciable en esta comunidad nuestra. Ya se han hecho avances, hace años que los ordenadores y los teléfonos móviles te permiten trabajar a su lado, y me cuentan incluso, anímate, que algunos se proponen, no me preguntes cómo porque ya sabes que lo mío son las leyes y a duras penas, fabricar una tablet en la que seas herramienta principal y no un mero accesorio como hasta ahora.
En fin, compañero, llega el momento de la despedida. Espero y deseo que estas líneas sinceras te sirvan para entendernos a mí y a mis congéneres. Yo, por mi parte, hago tabula rasa y te expreso mi propósito de enmienda. Olvidemos los malos momentos y abramos las puertas a un futuro incierto (¿acaso hay alguno que no lo sea?) y centrémonos en los apasionantes retos que la tecnología nos brinda. Al fin y al cabo, mi querido amigo, nunca hubo tantas oportunidades de alcanzar nuestro objetivo compartido, que no es otro que el de la plena inclusión y la accesibilidad universal y para lograrlo no podemos, ni debemos, prescindir de nadie.

 

 
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