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  Viaje al Pasado (Puri Sánchez, Carmen Colodrero y Ángel Treviño)
 

 

 

Viaje al Pasado

Puri Sánchez, Carmen Colodrero y Ángel Treviño

Todo estaba listo para el experimento que había diseñado mi amigo el doctor Celedonio Pla i Punset, Sabio científico de reconocido prestigio académico. Bueno, si aún no era del todo famoso en la actualidad se debía al escaso desarrollo de los conocimientos en física cuántica y teoría de la relatividad. Ese pequeño inconveniente se subsanaría pronto, cuando yo llegara a mi destino, en el año 2.550. A tal fin llevaba varios DVDs con sus investigaciones.

A mi alrededor, todo empezó a dar vueltas cada vez más rápido. YO CAÍ EN UN PROFUNDO SOPOR.

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Desperté aturdido , en una calle desierta, a juzgar por la falta de ruido. Debía de ser hacia el medio día porque el sol caía a plomo sobre mi cabeza. Sonreí al pensar que, después de quinientos años, mis conciudadanos aún conservaban la buena costumbre de dormir la siesta.

De pronto escuché un grito de mujer que venía desde lo alto.

-¡¡Agua va!!

En una ráfaga de segundo pensé lo bien que me vendría una ducha con el calor que hacía, hasta que sentí resbalar sobre mí un líquido con un sospechoso olor a orines, lo que me indicó que era mejor no situarse cerca de las paredes.

Poco después tuve que echarme a un lado precipitadamente, al escuchar el repiquetear de cascos de caballo sobre el suelo empedrado y unas ruedas de carro que chirriaban.

No entendía nada. Pensaba oir el rumor de aviones supersónicos y, quizás, las voces metálicas de robots, y me encuentro con el relincho de los caballos. En mi estómago comenzó a crearse una terrible sospecha.

Desconcertado,empecé a caminar por una calle adoquinada con mi bastón. Debía de ser una via importante porque cada vez había más gente.

Escuché las campanas de una iglesia. Me dirigí hacia el sonido, pensando que allí podría recibir la necesaria orientación y ayuda.

-Una limosna para este pobre ciego -oigo una voz plañidera en la puerta.

-Perdone, buen hombre, ¿podría decirme en qué año estamos?

-Es el año de gracia de 1550 -su tono de sorpresa confirmó mis temores.

Un sudor frío me abrasó por dentro. Tragué saliva con dificultad.

-Pe pe perdone -tartamudeé- ¿Le importa que me quede aquí un ratito a charlar con usted a la sombra de la iglesia?Es que hace mucho calor.

-Al contrario. Será para mí un placer ya que con nosotros los ciegos no se para a hablar la gente.

-Yo también soy ciego ¿sabe? -le informé.

No pareció sorprenderse. En cambio, me preguntó:

-¿Es usted extranjero? Le noto un acento extraño, que no acierto a identificar. Aquí, en el verano, vienen muchos visitantes de Flandes, de Nápoles y también de las Indias, pero usted no parece de ninguno de estos lugares.

-Soy español. Nací en Toledo.

-Pues no lo entiendo. Estamos en Toledo y ésta es la Catedral.

Aquel hombre me infundía confianza así que, como necesitaba a alguien con quien hablar, me sinceré con él.

-Después de lo de Copérnico yo ya no me maravillo de nada -dijo sin inmutarse ante el relato de mi in´sólita aventura.

-¿Cómo te has enterado de las teorías de Copérnico? -ahora el sorprendido era yo.

-Aquí mismo. Nos enteramos de todo lo que pasa escuchando las conversaciones a la puerta de nuestras iglesias. Ultimamente no se habla de otra cosa.¡Menudo cabreo que tienen los curas! -dijo en un susurro.

Continuamos la charla, interrumpida regularmente por su petición de limosna y por pasos masculinos y el roce de faldas seguidos del tintineo de lasmonedas al caer junto a las otras que ya tenía mi amigo.

-Hola Lisardo -escuchamos una voz- ¿qué tal está el día hoy?

-Hombre, Diego. Me alegro de que vengas. Ya tenía ganas de terminar el trabajo. Vamos a la taberna a beber algo, que estoy seco -me dice Lisardo- yo invito.

Ante mis protestas, me explicó que el turismo de verano dejaba bastante dinero y que la catedral era un puesto muy codiciado y que, por eso, se la repartían entre tres ciegos.

-No entiendo por qué tenéis que mendigar.

-No conseguimos trabajo. Nadie quiere emplear a un ciego, así que cada uno se busca la vida como puede. Conozco a un compañero, muy respetado por su piedad, que tenía encandiladas a las beatas con la promesa de la salvación eterna mediante la adquisición de un instrumento sagrado, una cuerda circular con grupos de nuditos. La tal cuerda estaba fabricada, decía él, sobre briznas de la soga con la que ataron a Cristo. ¡No veas t´u! ¡Casi se hace rico! Lo malo es que los frailes del convento de al lado le copiaron el invento y se le acabó el negocio. Había otro, que adivinaba si se acercaba un ciego,identific´ándole antes de que hablara. Hacía apuestas y se ganaba así unos buenos maravedíes. Claro que también tenía trampa. Eran amigos suyos que acostumbraban a colgarse de la cintura una ristra de conchas de caracol, o de huesecitos o cualquier otra cosa. Cuando eran descubiertos, se iban a otra ciudad.

-En la España de mi tiempo la mahyoría de los ciegos vende cupones, no tienen que pedir limosna ni engañar a nadie,.

Ante sus vivas muestras de interés, le expliqué en qué consistía. Le entusiasmó la idea hy me dijo que la propondría en la próxima reunión mensual de ciegos de Toledo.

Le pregunté por la formación cultural de los ciegos.

-Por desgracia, aún hay muchos de entre nosotros que son analfabetos. La mayoría de la gente se cree que, además de ciegos, somos tontos, y que no somos capaces de asimilar ninguna instrucción. Eso nos da mucha rabia así que, en la reunión de enero de hace dos años, se decidió por unanimidad crear una pequeña escuela y ya somos bastantes en Toledo los que podemos leer hy escribir.

-¿Cómo lo hacéis? -me interesé yo.

-Con unas figuritas de madera que representan las letras y con las que formamos las palabras, reconociéndolas al tacto. Para escribir, punteamos el contorno con una aguja..

Me preguntó cómo se apañaban en el siglo del que yo venía.

Saqué una pauta y un punzón de la mochila, mientras le explicaba el método braille.

-Pero esto es estupenhdo -su voz rezumaba entusiasmo.

-Y bastante fácil .

Aprendió los rudimentos de la lectoescritura braille en poco más de media hora, asegurando que lo enseñaría a sus compañeros.

Le expliqué quien iba a ser Louis Braille y lo que supondría su invención para el acceso a la cultura de las personas sin vissta.

-Actualmente dos amigos míos, que se llaman Alfredo y Juan, están desarrollando un sistema para que los ciegos que tengan dificultad con el tacto puedan aprender a leer y escribir. Aún están investigando, pero ya tiene nombre. Se va a llamar ALJU.

No pude oir su respuesta porque, en ese momento, sentí un extraño zumbido en los oídos y me invadió un sopor letárgico. Estaba inmerso en un remolino que me transportaba de nuevo

Mi última frase quedó flotando en el tiempo:

-¡Suerte, amigo.!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
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