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  La Tejera (Javier P. Gómez Benito)
 

 

 

La Tejera

Javier P. Gómez Benito

9 de abril de 2010) Herreros (Soria)



 

 

 

En esta vista que tengo el gusto de presentaros aparece otro entrañable lugar que retenemos en la memoria todos los chavetos de nuestra generación, pero que por desgracia, se perdió para siempre; como habéis podido comprobar no es otro que la "Tejera", que allá por el 1983, aún permanecía en pie, desafiando los rigores de la altimeseta soriana.

El edificio en sí no es que tuviera, individualmente, un apreciable valor arquitectónico, pues su traza era idéntica a las muchas majadas y parideras que salpican toda esta comarca de la parte de la Tierra de Soria, siendo ya muy lamentable que estas últimas comparten, todas, de manera alarmante el mismo destino que nuestra tejera: abandono, desolación y desprecio.

Ningún ente, ni público ni privado, parece tener interés en tomar cartas en el asunto y próximo está el día en que no quedará el mínimo vestigio de una cultura sabia que naufragó en el mar de los tiempos, pero que durante siglos sostuvo, no sin esfuerzo, a nuestros antepasados sobre la adusta tierra de este extremo castellano.

Volviendo al motivo de la fotografía, nuestra vieja tejera, decir que ésta pertenecía al patrimonio comunal del pueblo de Herreros; aquí con el barro obtenido de la charca contigua se elaboraron, comunitariamente durante generaciones, las increíbles tejas que cubrieron los tejados de casas, casillos, majadas, iglesia, ermitas, tainas, escuela, torera y cortes hasta principiado el siglo XX cuando la aparición de los tejares mecanizados por toda la geografía española y el desarrollo ferroviario hicieron inviables estas artesanas producciones; a Herreros se trajeron por la línea férrea Santander-Mediterráneo piezas elaboradas en la tejería mecánica de Salas de los Infantes (Burgos). Una vez abandonada su primordial función y hasta rayar los años 60 su destino fue dar improvisado cobijo a las tribus calés que con sus tartanas y jamelgos llegaban periódicamente a la localidad, permaneciendo durante algunos días y continuando luego su infinito periplo, días durante los cuales, las gallinas de los vecinos (por aquel entonces salían por calles, eras, herrenales y hasta los solares) corrían serio peligro de acabar en la olla del cocido colectivo gitano.

No obstante esto último, el municipio disponía de la llamada pobrera ubicada en la parte baja entre los dos barrios, aproximadamente en el sitio que en la actualidad se juega a la petanca por los veranos y destinada a dar refugio a todo transeúnte sin recursos que cayera por el pueblo. Los últimos visitantes asiduos de tan singular "hostal" hasta allá por los 40 fueron dos parejas, una la formada por el Tío Garibalde, de nombre Narciso y su mujer la Tía Faustina, venían de la parte de El Burgo, pasaban temporadas en el pueblo y solían ocupar el tiempo cortando mimbres por la vega de Amblau para después confeccionar con ellos cestos, canastos, canastillas, banastas e incluso cuévanos si se lo proponían, vendiéndolos a las gentes del lugar y proximidades. Completado el ciclo y saturado el mercado seguían su camino retornando cíclicamente. La otra pareja en cuestión eran el Tío Sevillano y el Tío Madrileño, compañeros de fatigas en la mendicidad y sobre todo dos buenas personas; éstos paraban escasamente una jornada, recorrían a pie una amplísima porción de territorio soriano con sus villas y aldeas cumpliendo con la función social de llevar noticias y recados de un lugar a otro entre parientes y amigos más o menos lejanos pues tenían la virtud de conocer al paisanaje y así en aquel mundo rural cerrado daban fe de nacimientos, defunciones, bodas, venturas y desventuras en fin.

Tiempos y gentes que ya pasaron, pero que conformaron una sociedad bien estructurada y cohesionada.

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Por mi parte, tan sólo añadir un par de cositas a lo reseñado por Javier.

He rebuscado en el arcón de mis recuerdos, y en lo más remoto de mi niñez he hallado un par de momentos en los que (una vez a mi padre y otra no sé a quién, vi elaborar en la tejera un buen montón de adobes para levantar algún tabique, con toda seguridad; sin embargo, nunca presencié confeccionar ni una sola teja.

En cuanto a la famosa pareja, compuesta por el tío Madrileño y el tío Sevillano, según me explicó Ángel Pérez, el apodo de este último no era originalmente Sevillano, sino Sevino. Al parecer el tío Zapatero (el tío Ángel) cuando llegaba al pueblo algún buhonero o "pobre" solía interrogarles acerca de su procedencia con una frase similar a ésta: "¿Y tú de dónde eres?" Es de cajón deducir que cuando se la hizo al tío Madrileño éste contestara que de Madrid: De ahí su apodo. Sin embargo, en ningún momento el tío Sevillano dijo que él fuera de Sevilla, sino que su compañero respondió por él diciendo: "Éste es uno que me encontré y se vino"; por lo cual, en un principio, se le llamó el tío Sevino y, posteriormente, supongo que por el fenómeno de simpatía léxico-lingüística (denominación que acabo de inventarme) acabaron apodándole el tío Sevillano ya que si uno era el tío Madrileño el otro debería ser, consecuentemente, el tío Sevillano.

A propósito de esta célebre y estimada pareja, también Ángel Pérez me refirió la siguiente anécdota. En cierta ocasión en que el tío Zapatero, fiel a su natural curiosidad, les dijo: "Vosotros ya tendréis muchas pesetas con lo que os dan por los pueblos... A lo que el tío Madrileño, el más cachondo de los dos, replicó: "¡Sííí!; estamos ahorrando para comprarnos un coche".

Gracias, Javier, una vez más.

 

 

 
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