Ángeles Sánchez

Más que a Dios; más. Más que a su padre; más, ¡ le quiero!

Mis labios besaban suavemente, sus lágrimas, palabras escritas en braille fugaz, muy frágiz, que contaban: de su caca, de su hambre, de que deseaba mimos.

Hoy nunca llora delante de mí, pero sí llora, porque cuando yo pongo en sus mejillas los dedos de mis labios, el braille, camuflado, cómplice, me muestra, en los surcos que han socavado sus lágrimas, el cansancio. Cuando paso los dedos índices, ávidos, lectores fieles, por las arrugas de su frente, leo la decepción del desencuentro.

--Mamá, ¡ven! ¡te guardo muchos libros!