A mis 14 años,tiniebla entre la luz, ciega en un colegio de videntes, sumergida en las aguas de mi timidez, pugnaba por salir a flote, inadvertida, pero nadando para esqivar el fracaso. Nadie entendía el braille en mi entorno.
Las matemáticas, crípticas para mí, me atraían por incomprensibles.
Mi profesora, fría, contundente,impenetrable, me fascinaba precisamente por eso.
Cerca de las navidades me atreví con un supremo esfuerzo a regalarle un alfabeto braille.
Temblaba de emoción: necesitaba su afecto, su atención.
Nada dijo y me sentí fatal.
Durante las vacaciones recibí una tarjeta de felicitación escrita en braille con unalfiler.
Aún no he olvidado lo que sentí.