La siempre frágil maquinaria de tu corazón dijo basta mientras dormías. De la noche a la mañana, amada mía, me has dejado solo, con un nudo gordiano en la garganta y el estómago, y una inmensa tristeza en el alma.

Reina siempre en nuestro hogar, desde el principio aplicaste tan bien la política del "por si acaso" y la del "por tu autonomía personal" con los recursos disponibles en cada tiempo y circunstancia, que, en tu definitiva ausencia, me beneficiaré, hasta nuestro reencuentro, de tu sentido común aplicado a mi discapacidad visual y de tu permanente búsqueda de los productos etiquetados en braille y electrodomésticos accesibles.