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  Descripción de la Sodomía (Actas Inquisitoriales, 1599-1712)
 




Descripción de la Sodomía

Actas inquisitoriales (1599-1712)

 

I

Cargos contra Martín de Ortega (1599)

Martín de Ortega Tovar, canónigo de Granada, residente en Valencia, de edad de sesenta y siete años, fue testificado por seis testigos singulares de que había hecho venir en polución muchas y diversas veces a cierto muchacho estudiante tomándole su miembro viril en la mano y que había llevado a su posada dos mozos a que se cabalgasen el uno al otro y para ello les tomaba los miembros y se los ponía en el trasero y les dio a cada uno un real, y otra vez llevó a su posada a otro estudiante muchacho y diciéndole palabras de amores le besaba y le hizo quitar los zaragüelles y se puso encima dél poniéndole su miembro en el trasero, y no le pudiendo meter le hizo polución allí y le dio dos reales. Después desto llevó a su casa otros dos mozuelos, a el uno dellos le cabalgó y le dio un real y al otro con sus manos le hizo venir en polución, y otro día siguiente llevó a los dichos dos estudiantes a un moreral y con sus manos les hizo venir en polución y de allí se fueron a otra parte más secreta y les dijo que se cabalgasen los dos el uno al otro y él se apartó dellos para que lo hiciesen (...) Otro día llevó a una acequia a unos muchachos estudiantes y les hizo desnudar para que nadasen y viéndoles desnudos se llegó a ellos y les tomó los miembros y les hizo venir en polución y les dio tres sueldos, y otro día llevó a su posada a los dichos dos estudiantes y estando en ella les dijo que les quería cabalgar (...) Un día de Cuaresma en un monasterio de monjas, estando allí otro estudiante queriendo oír el sermón, se llegó a él y le metió la mano en sus vergüenzas y por haberse comenzado el sermón no hizo nada (...) Otro día en una parroquia, vio un mozuelo estudiante y el dicho Ortega llegó a su lado y estando predicando le metió la mano en la bragueta y le hizo venir en polución llamándole Ángel de Dios, y le dio un real.

A.H.N., Inq., lib" 938, fol. 96 r"-99 r"

 

II

Cargos contra Mosén García Ferrer (1617)

Mosén García Ferrer, presbítero, fraile expulso de la orden de San Agustín, que traía el hábito de San Juan, maestro de niños en el lugar de Bétera, de más de 52 años, fue testificado por once testigos varones, los dos mayores, presbíteros, que dijeron de oídas de los demás, que fueron menores, muchachos de hasta doce años, discípulos del dicho reo, de que enseñaba a dichos muchachos a ser sodomitas, haciéndoles que se conociesen carnalmente, metiendo sus miembros genitales los unos a los otros y alternativamente por los óculos traseros, tomándoles el dicho reo sus miembros en las manos y poniéndolos en los óculos de los pacientes, haciendo a los agentes hacer fuerza hasta que los metiesen dentro (...) Dijo uno de los testigos, menor de edad de doce años, que el reo hacía lo que está referido, haciéndoles decir las oraciones cuando estaban en dichos actos torpes; y que habiendo ido el dicho reo a otro lugar llevó consigo este reo al testigo y que estando en la cama le besó y abrazó muchas veces y le volvió boca abajo y le metió el miembro genital en el trasero haciéndole mucho mal y se quejaba mucho de ello y que se lo tuvo dentro metido y allí derramó y le mojó y se halló mojado y sintió dentro mojado como de agua y que después de lo sobredicho se le hizo al testigo una potra, o enfermedad de una hinchazón de que debió curar muchas veces. Otro testigo de los menores de edad, de 10 años, demás de haber dicho lo que pasaba de la mala enseñanza que les hacía, contestando con los demás, dijo contra este reo que estando los dos acostados, le tomaba el reo su miembro y se le hacía poner tieso y le enseñaba a que el testigo le tomase el suyo; y que así lo hacía, y el dicho reo hacía que se lo menease entre las manos y haciendo esto echaba una cosa áspera que se le pegaba en las manos, y que una vez hizo el reo que el testigo le tomase su miembro en la boca, y se lo mamase; y que le echó dentro una agua algo salada, y que hacía que le rascase sus vergüenzas y hacía que el testigo le metiese al reo los dos dedos en el óculo trasero y que estuviese allí meneándolos, y por esto le besaba. Otro de los testigos menores de doce años dijo que cuando los hacía subir a hacer dichas torpezas decía que subiesen a hacer penitencia (...) [La Suprema] mandó que el dicho reo fuese degradado verbalmente y sirviese en galeras de Su Majestad al remo y sin sueldo (...) cárcel perpetua donde se le señalase y trescientos ducados para gastos extraordinarios. Y habiéndole sido notificada la sentencia y entregado a la justicia seglar para que le enviase a dichas galeras, hicieron relación los expertos que era quebrado y no podía remar, y estando en consulta ante V. Sa. este negocio, para que mandase conmutar las galeras en otra pena, le sobrevinieron siete testigos, los dos mayores, de oídas de los otros cinco, que fueron cuatro muchachos y una niña, todos de ocho a diez años, los cuales le testificaron que estando como estaba preso el dicho reo le dieron oficio de sacristán de la capilla de dicha cárcel y allí los enseñaba a leer y que los azotaba a título que no sabían las oraciones, y que cuando se tenían a cuestas les hacía echar las faldas de la camisa sobre la cabeza y les decía que no le volviesen a mirar, y que estando así le sentían que se hacía la puñeta dentro la dicha capilla.

A.H.N., Inq., lib" 939, fol. 256 z'"-259 v"

 

III

Causa de Francisco Roca (1651)

Francisco Roca, natural de Perpiñán, vecino de Valencia, de edad de 24 a 25 años, alto de cuerpo, rubio, lampiño de barba, ojos pequeños, fue testificado el año 1649 por cuatro testigos formales en parte, las tres mujeres menores, la primera lo es del reo, la segunda esclava de casa, la tercera, prima de la mujer, el cuarto, varón de 22 años, cochero del reo, que deponen. Conviene a saber, las tres mujeres, ama, esclava y prima igual y formalmente que el reo dormía aparte con hombres amigos suyos que traía a su casa y los regalaba y nombraron dos de ellos el uno capitán, y el otro alférez, que estaban ya ausentes, y que el capitán, le vieron una noche boca abajo encima del reo, que estaba boca arriba en la cama ambos durmiendo, y la esclava añade que se besaban y dormían la siesta y los sentía resollar, y después de ido el capitán trajo el alférez y dormía con él y que se besaban el reo y los hombres que traía a casa, y al hombre con quien dormía después de haberse ido el capitán, le pedía celos el reo y él le llamaba "puta probada, pícara, qué me pides celos", dando a entender que el reo tenía tanta natura como una mujer, y tan grande, y que por esto y no dormir con la suya, la testigo le tenía por mujer, y el cochero dice que su amo dormía con el alférez, y en este artículo y tratos carnales con hombres concluye la mujer del reo diciendo que habiendo tenido noticia de que su marido era hermofodrita (sic), le acechó catorce o quince veces cuando dormía con hombres y sentía que hacía acciones el marido como si estuvieran juntos hombre y mujer y por esto presumía que no era hermofodrita ni servía para hombre, sino que cometía con ellos el pecado nefando siendo paciente (...)

[Se recibe la deposición de un testigo de Madrid contra el acusado] sobre que siendo mujer andaba en hábito de hombre fingiendo serlo y que como mujer había tenido, y tenía, conversación carnal con unos mozos que nombró, estando amancebado con ellos, en que después a instancia nuestra se examinaron seis testigos (...) El segundo testigo, de edad de treinta y ocho años, dijo que el reo era casado en esta ciudad y que le conocía desde Nápoles camarada de un barbero, y a otros había oído decir en Nápoles que era mujer, y que después se habían vuelto a ver en Madrid el testigo y el reo y posaron juntos en la posada de Jusepe del Monte, lacayo del Rey, y este testigo le escribía las cartas para su mujer, y que de allí a cinco meses, habiéndose venido el reo a esta ciudad, volvió a Madrid en compañía de Mosén Josepe Rodríguez, clérigo de menores órdenes, y todos tres posaron juntos en dicha posada, durmiendo el reo en cama aparte y los dos en otra cerca della, en un aposento donde había venido el capitán Fonseca, mozo de veintidós años, a visitar al testigo, y que el reo, sin haberle visto otra vez, le agasajó y convidó a comer, y que deste convite había resultado convidarlo también a dormir todo el tiempo que estuviese en la corte, como lo hizo, durmiendo con él en su cama, haciéndole el gasto, y que cuando el reo se fue de Madrid, le había llevado consigo y pagado la mula, y que casi todas las noches que durmieron juntos, que habían sido más de veinte, oía que el reo le requebraba al capitán y le decía mi vida y mi alma y otros requiebros diferentes, y que después de haberse los dos ido de la corte, el testigo contó lo referido al barbero que le conocía de Nápoles y a el maestro donde estaba y su mujer, y todos tres habían convenido que era mujer, citando a otro que lo sabía, a quien el testigo había hablado sobre ello y le había dicho lo mismo y que él había sido su amigo y galán muchos meses y le había puesto el cuerno con otro hombre; y que en otra ocasión, habría un año, habiendo el reo vuelto a la corte, se había enamorado con otro mozo llamado don Francisco de ævila, de diez y ocho años, y comía y dormía con él y le hacía el gasto y daba dineros hasta que se fue a la campaña, pagándole la mula y socorriéndole para el camino; y que preguntándole al don Francisco de ævila que cómo le iba con el reo y si era mujer, le había respondido que sí, y que muchas veces había tenido con ella acceso carnal y le mataba, porque era un fuego vivo; y que la justicia había venido a la posada a prender a don Francisco de ævila porque estaba amancebado con el reo, y que habiéndolo sabido y para que creyesen que era hombre y no mujer, estando en la posada había sacado su miembro viril delante del testigo y de los dueños de la casa, tan grande y deforme, que quedaron admirados de verle, y se quejó del testigo diciendo que él había sido quien había publicado que era mujer (...) Don Francisco de Avila, testigo séptimo, de edad de veintidós años, alférez de infantería con suplemento de capitán, examinado en Valladolid, dijo habría un año que estando en Madrid posó con el reo y don Alfonso su camarada, y que entre todos los de la posada estaba tenido en opinión de mujer, y durmiendo juntos en una cama le había conocido carnalmente, y porque era fogoso y le cansaba, se pasó a otra cama, y que como a mujer le había tratado y la tenía por tal, y le pedía celos al testigo si hablaba con otra y por ellos había reñido con él muchas veces, y le hacía el gasto, dándole de comer y cenar y dineros para lo que se le ofrecía, hasta que el testigo se fue a Aragón, donde se volvieron a ver en el ejército de Cataluña, y añadió que el reo en una ocasión le había confesado que era mujer y le solicitó para que durmiese con él, como lo había hecho, pero que nunca le tentó las partes vergonzosas porque dormía con armilla cerrada, aunque le había parecido que los pechos le hacían bulto. Y en otra declaración, después, de su voluntad, declaró que había oído decir que era ermoafodrita (sic), si bien no usaba de otro sexo que el de mujer (...) En primero de Febrero se hizo por dos médicos y dos cirujanos del oficio la segunda inspección pedida por el fiscal, y todos cuatro unánimes y conformes dijeron que el reo tenía en miembro natural de hombre con los testes según el estado natural de los hombres perfectos y que no tenía cosa alguna de mujer, y en lo tocante al orificio posterior, lo tenía lo gordo de un dedo más hacia adelante de lo natural y acostumbrado y los músculos que sirven para cerrar el intestino recto y las partes carnosas de que se componían estaban firmes, duras y en estado natural, como había constado por la vista e instrumento del speculum ani, con que se había hecho la prueba, y que aquella parte estaba muy cerrada y en nada dilatada.

A.H.N., Inq., lib" 941, fol. 350 r"-358 r"

 

IV

Declaraciones espontáneas de Manuel Romà, aprendiz de cirujano, de catorce años (6 de junio de 1712)

(...) Habrá como cuatro domingos que yendo éste a mercar carne, halló en el mercado a T. Nicolà, que no le sabe otro nombre, que le parece es de nación napolitano (...) y habiendo el declarante trabado conversación con el dicho Nicolà en el dicho mercado, dicho Nicolà le cogió la mano y con el dedo de en medio le rascó la palma de la mano y el declarante hizo lo propio con él, rascándole también la palma de la mano a dicho Nicolà, porque ya entendía lo que quería decir (pues ya con otros que declara más adelante le había pasado lo propio y le habían dicho lo que aquella acción significaba), y dicho Nicolà le dijo que éste le daría un real si se lo dejaba meter por el culo y éste por el interés de lo que le ofrecía, le respondió: "ya habríamos de estar en eso", y dicho Nicolà le dijo: "pues vamos a la pescatería, donde hay letrinas, y allí lo haremos", y éste no quiso convenir fuesen a dicho puesto y le dijo al dicho Nicolà mejor puesto era ir a las letrinas de San Juan del mercado, como con efecto fueron; pero viendo que entraban y salían muchos sacerdotes y no tenían ocasión de ejecutar su mal intento, dijo el declarante no quería esperar más y dicho Nicolà le respondió: "pues vamos a la pescatería", y éste convino en ello, yendo delante, y le esperó a la puerta de dicha pescatería, y llegando dicho Nicolà, ambos se entraron en unas letrinas que están en una plazuela que está dentro de dicha pescatería, y dentro que estuvieron, se quitaron las capas y se bajaron los calzones, y poniéndose el declarante el cuerpo doblado, estribando las manos en la pared y sacando el culo, dicho Nicolà sacó el miembro y viendo no le tenía tieso le dijo a éste que le hiciese la puñeta para que se le pusiera tieso, y éste, levantándose de la postura en que estaba, le cogió el miembro en las manos y empezó a meneársele y hacerle la puñeta, y dicho Nicolà al mismo tiempo le abcazaba y besaba muchas veces hasta que vio estaba el miembro ya tieso, y haciendo poner al declarante en la mesma postura, le metió parte del miembro por el agujero del culo, que éste reconoció ser el miembro muy gordo por el dolor que sintió y le parece también que dicho Nicolà sintió dolor en el miembro, pues luego que lo metió lo volvió a sacar, y dijo que se le había bajado, que le volviese a hacer la puñeta, y éste lo ejecutó como en la antecedente, y volviéndose a poner tieso dicho miembro, dicho Nicolà dijo a éste se pusiese en postura como la otra vez, lo que ejecutó éste, y volviendo a meter dicho Nicolà parte del miembro por el agujero del culo, sucedió lo mismo que la vez antecedente, de bajársele el miembro y dijo Nicolà a éste: "vuélveme a hacer la puñeta" y éste, levantándose de la postura en que estaba, cogió el miembro en las manos como las otras veces, precediendo también los mesmos abrazos y ósculos al tiempo de hacerle la puñeta, y viendo también con esto se le había puesto el miembro tieso, le dijo el declarante: "vamos, hombre, que si no lo

haces de esta vez, aunque no me des dinero me iré", y esto lo dijo estando ya en postura para que se lo metiese, como con efecto el dicho Nicolà por el agujero del culo le metió parte del miembro, el cual le detuvo dentro muy poco, porque como se hallaba ya el agujero del culo mojado, el propio miembro se salió y éste no puede decir con certeza si seminó dentro, o al entrar, si sólo se halló todo mojado, pues éste nunca ha conocido con todos los actos que ha tenido con dicho Nicolà, ni con los demás, si seminaban dentro, ni cuándo seminaban, pues solo conocía, acabados los actos, le salía del ojo del culo una agua blanca muy espesa. Y volviéndose a subir los calzones ambos, dijo dicho Nicolà que tomase un sueldo del real que le había prometido, que pues no lo había metido, bastante tenía en un sueldo, y éste tomó el sueldo y le respondió éste: "hombre, me lo has metido tres o cuatro veces, ¿de qué te quejas?", y él respondió: "Menacha (sic) la Verge Santísima, que no te lo he metido."

A.H.N., Inq., leg. 560, n." 11

Rafael Carrasco: Inquisición y represión sexual en Valencia. Historia de los sodomitas (1565-1785). Barcelona, Laertes,1986.

 

 
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