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  Romance de Gerineldo (Anónimo)
 

 

 

Romance de Gerineldo

Anónimo Hacia el siglo XV

-Gerineldo, Gerineldo,

Gerineldito pulido,

¡quién te pillara esta noche

tres horas a mi albedrío!

-Como soy vuestro criado,

señora, os burláis conmigo.

-No me burlo, Gerineldo,

que de veras te lo digo.

A las diez se acuesta el rey,

a las once está dormido

y a eso de las once y media

pide el rey su vestido.

-Que lo suba Gerineldo

que es mi paje más querido.

Unos dicen: no está en casa;

y otros que no lo habían visto.

El rey, que lo sospechaba,

al cuarto fue dirigido,

con zapatillas de seda

pa que no fuera sentido.

Se los encontró a los dos

como mujer y marido.

"Si mato a mi hija infanta

dejo el palacio perdido

y si mato a Gerineldo

lo he criado desde niño.

Pondré mi espada por medio

pa que sirva de testigo."

A lo frío de la espada

la princesa lo ha sentido:

-¡Levántate, Gerineldo,

que somos los dos perdidos,

que la espada de mi padre

entre los dos ha dormido!

-¿Por dónde me iré yo ahora?

¿por dónde me iré, Dios mío?

Me iré por esos jardines

a coger rosas y lirios.

Y el rey, que estaba en acecho,

al encuentro le ha salido.

-¿Dónde vienes, Gerineldo,

tan triste y descolorido?

-Vengo de vuestro jardín, señor,

de coger rosas y lirios.

-No me niegues, Gerineldo,

que con mi hija has dormido.

Hincó la rodilla en tierra,

de esta manera le dijo:

-Dame la muerte, buen rey,

que yo la culpa he tenido.

-No te mato, Gerineldo,

que te crié desde niño.

Para mañana a las doce

seréis mujer y marido.

Han inventado una guerra

entre España y Portugal

y nombran a Gerineldo

de capitán general.

La princesa, que lo supo,

no cesaba de llorar.

-Si a los siete años no vuelvo

tú ya te puedes casar.

Pasan uno, pasan dos,

los siete pasaron ya.

-La licencia quiero, padre,

para salir a buscar.

-La licencia tienes, hija,

la licencia tienes ya.

Se ha vestido de romera

y le ha salido a buscar.

Ha andado siete reinados,

no lo ha podido encontrar.

En lo alto de una loma

oye un becerro balar.

-Vaquerillo, vaquerillo,

por la Virgen del Pilar,

¿de quién es ese ganado

con tanta cruz y señal?

-Es del conde Gerineldo

que pronto se va a casar.

Al oír estas palabras

se ha caído desmayá.

-Toma esta oncita de oro

y llévame adonde está.

La ha cogido de la mano,

la ha llevado hasta el portal;

al pedir una limosna

Gerineldo salió a dar.

-¡Ay, qué niña tan bonita,

ay, qué niña tan salá,

si te pasaras por Francia

donde mi mujer está!

-No me pasaré por Francia:

delante la tienes ya.

Las fiestas y los torneos

para la princesa irán

y la otra novia que tengo

en el convento la vida se pasará.

 

 

 
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