Con once productos por banda,
viento en contra y por la pela,
corta cupones, y vuela,
un astillado bergantín:
aquel vendedor que llaman,
por su catadura "el Bandido",
en todo bar conocido
del uno al otro confín.
Aquí viene una abuela,
ahí dos hablan con aspavientos,
y allá, con blando movimiento,
pide limosna un gandul;
y el astillado vendedor,
sus varios productos cantando,
va por doquier anunciando
euros y un viaje a Estambul.
Corre, cieguito mío,
con temor;
porque en casa, tu enemigo,
simulando bonanza,
tu rumbo a torcer alcanza
y a manipular tu valor.
A Mil vendedores
se ha hecho
por derecho,
según ves,
y por torcido
que los cupones
por cojones
dejasen, pues,
que es la ONCE su tesoro,
el dinero su libertad,
la ley la fuerza y el cuento,
su única patria es mamar.
Allá muevan feroz guerra
ciegos jefes
por un diente más de sierra:
que yo tengo aquí por mío
cuanto me deja el más bravío,
aunque sea un mequetrefe.
Y no hay CALLE
sea cualquiera,
ni ACERA
de TERROR,
que no sienta
MI pregón,
ni mi cupón
de esplendor.
Que es la ONCE un tesoro...
"A la voz de "¡bandido viene!",
es de ver
cómo el ciego se previene
a todo trapo escapar;
que yo soy el rey del bar,
y mi furia es de temer.
Con las fugas
no divido
lo cogido
por igual:
sólo quiero,
con cabeza,
la riqueza
sin rival.
Que es la ONCE un tesoro...
¡Soy, sin duda, el más fuerte!
Yo me río:
no me abandone la suerte
y si alguno me condena,
aliviaré yo mismo sus penas,
dándole un rasca mío.
Y si le toca,
¿qué es la vida?
Me convida,
porque sí,
y le pongo el yugo
del esclavo,
negro y bravo,
que yo vi.
Que es la ONCE un tesoro...
Es la música peor
la ilusión
de todos los días... (sin rubor),
por los clientes perdidos,
a causa de los sin sentidos
de la ONCE y su cupón.
Y también
de otras melodías
que amenudo se oían
sonar y sonar,
y que al jefe duermen
sosegado,
arrullado
en su bar.
Que es la ONCE su tesoro,
el dinero su libertad,
la ley la fuerza y el cuento,
su única patria es mamar.