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  Romanceando el Día de Santa Lucía (Caranva Romero y Álguienes Más)
 

 

 

Romanceando el Día de Santa Lucía

Caranva Romero y "Álguienes" Más

A la territorial fuime yo

allá por Santa Lucía.

Vi la puerta abierta,

cosa que yo no quería,

y menos incluso aún,

a un ciego que allí vendía

cupones, rascas, extras

y otras fruslerías.

Acerquéme, poquito a poco,

y en voz más bien bajita

para que nadie me oyera

interroguéle asina:

-¿Te quieres venir conmigo?

-De buena gana lo haría;

mas todo esto que vendo,

¿Dónde me lo dejaría?

-Todo aquello que nos toque

con nosotros se vendría,

y lo que no valiere,

la corriente llevaría.

"¡Aquí en la cruz que llevo

contra mi pecho oprimida,

por ella juro llevarte

a disfrutar de este día!"

Subimos al gran tractor

amarillo que yo tenía

y nos fuimos a buscar

a más ciegos que vendían.

Cuando llegamos a un ciento,

la madre y una modista

reservamos mesonazo

para una buena comida.

Y parapregonar rabia

Impotencia, gozo, dicha

y múltiples emociones

que todo Dios sentía,

dando vueltas y más vueltas

Por el barrio de la DT mía

Cantamos a cien voces

el himno a Santa Lucía:

De Lucía, la mártir de Cristo,

que venció con valor sin igual

del tirano tormentos y halagos

hoy cantemos su triunfo inmortal.

Del Jardín de Jesús eres Rosa,

cual capullo de olor sin igual,

que al abrirse el ambiente perfumas

y deleitas al pobre mortal.

De la vista la iglesia de Cristo

te ha nombrado abogada especial,

haz que un día con ella logremos

ver la gloria del Dios eternal.

Esta religiosa letra

trocóse en una distinta,

profana, social, vigente

y más reivindicativa:

De la ONCE, la mártir de listos,

que salvó con valor sin igual,

a los ciegos de todos los sitios

hoy exijamos su fin esencial.

Del jardín del país fuiste rosa

Cual capullo de olor sin igual,

que cuando se abrió fue la cosa

que al ciego diole actividad.

De los listos, librémonos ya

y con ello poder que los fines

de la ONCE vuelvan de nuevo a brillar

como tiempo atrás, ¡qué cojines!

Llegó la hora de comer,

beber y... (no se podía),

tras lo cual, sin saber como

una guitarra aparecía,

un bien afinado piano

en aquel comedor había,

para seguir levantando

codo y camaradería.

como unos cuantoshubo

que su arte ofrecían,

se estableció por las buenas,

una canción o poesía

por cada un voluntario

que exhibirse quería.

Este tocaba el piano,

aquella la guitarrica,

ese de allá cantaba,

esta de aquí, su poesía

declamaba con soltura,

y todos, ¿quién lo negaría?

poniendo mucho amor

y una lágrima furtiva.

No me resisto, que no,

a poner aquí, ¡madre mía¡,

la letra de la canción

que interpretó, repetida,

Joan Machado Serrat

y que dice de esta guisa:

¿Quién me presta un vendedor

Para comprarle cupones

Para darle trabajo

Y mejores condiciones?

Oh, la Once cómo está

Y pobres sus afiliados

Siempre martirizados

Siempre por dignificar.

Sin quiosco y a la luz

todos los días de la semana

cada vez con menos gana

quién soporta esta cruz.

Nuevos productos cada día

Nuevos vendedores

con otras minusvalías

y posibilidades mejores.

¡Oh no eres tú mi original

La que cuidaba su afiliado

Con trabajo asegurado

Sino una empresa más!

Y tampoco me resisto

a dejar constancia escrita

del poema que una señora

francesa, que así decía

con lágrimas de emoción

por la gran merced recibida:

 

Como en oscura noche los ciegos se encontraban,

en noche sin estrellas ni auroras en sus cielos;

pero de pronto surge el bien porque ansiaban

y ya de la ceguera no queda más que un velo.

¡Oh Luis Braille!, tu invento de puntos misteriosos

son puntos que tu ingenio milagros realizó;

son puntos salvadores que suplen nuestros ojos,

y ponen a nuestra alma con todo en relación.

Por ellos ver podemos lo que antes se perdía

en ese mar sin fondo de niebla..., oscuridad...

Mas ya al tocar leemos en toda esta armonía

con sensación espléndida de la realidad.

No vivimos ya a medias, sino completamente,

y la nostalgia triste llegamos a olvidar;

ya nunca estamos solos, con voz inteligente

tiernas palabras mágicas nos viene el libro a hablar.

¡Oh dicha sin medida poder expansionarse

y en dulces confidencias las penas exponer!

¡Ya no tener obstáculos para ir siempre adelante!,

¡Leer y escribir solos!... ¡Independientes ser!...

Trabaja, pues, ya el ciego que piensa, canta y ama,

que al fin sabe que es libre gracias a su punzón,

y eres tú quien encuentra la llave que él reclama,

tú, que eres prisionero de idéntica prisión.

¡Que todos te bendigan cual hoy yo te bendigo!;

mi vida sólo fuera cáliz de amargas hieles

sin libros que me endulcen y hagan mis horas breves,

sin ese punzón mágico que es mi mejor amigo.

Cuando vibrante el alma se eleve hacia la altura,

en el silencio eterno de eterna noche oscura...

¡que todos te bendigan cual hoy yo te bendigo!

Y con esto y un bizcocho,

salimos con alegría

más allá de las ocho

cada cual a su casita,

comprometiendo presencia

de un año en este día

para celebrar por lo alto

la fiesta de Santa Lucía.

 

 

 
 
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