Mis Recuerdos de Antonio Vicente Mosquete
Caranva Romero
Cuando Ricardo Gayol me propuso participar en la presentación de este extraordinario libro, Antonio Vicente Mosquete, la ONCE que pudo ser, a pesar de mi crónica vergüenza o miedo a aparecer como sujeto agente en cualquier tipo de acto público, acepté de inmediato, no por la amistad que con él me une desde nuestra infancia, sino porque consideré y considero que merecía y merece la pena hacer el esfuerzo pues pensaba que en el mismo se rendiría homenaje en cierta manera, entre otras, a cualidades que deberían ser más habituales entre los que dirigen y gobiernan: inteligencia, capacidad de liderazgo, progresismo, espíritu democrático y honestidad, cualidades que, precisamente, concurrían y convivían íntimamente ligadas en la mente y persona de nuestro añorado Antonio al que tuve la suerte de conocer y con el que conviví algunos años de nuestro paso por los colegios de la ONCE, primero en el de Pontevedra y posteriormente en el de Madrid.
Permitidme que a continuación haga un brevísimo recorrido por nuestra historia común. yo ingresé en el colegio Santiago Apóstol de Pontevedra un 3 de abril de 1961. Allí se encontraba ya Antonio desde 1958. Como es lógico, durante ese trimestre apenas tuve tiempo de conocer a aquellos compañeros con los que compartía aula, dormitorio y mesa en el comedor: a los demás (éramos en total unos noventa y tantos) tan sólo me sonaba su nombre. En los cursos 61-62 y 62-63, mis recuerdos me llevan más que a mi relación directa con él (no compartíamos aulas ni muchas actividades) a los comentarios elogiosos de compañeros más allegados a él, de maestros y "celadores" (término un tanto carcelario) que lo constituían en una especie de referente, tanto en el aspecto académico como en el de comportamiento a pesar de su corta edad. Hay que resaltar que Antonio no era un niño conflictivo y que no alardeaba de ese pedestal en el que justamente se le había encaramado.
Aunque mi memoria disminuye en la proporción en la que aumenta en nuestros cacharros tecnológicos, recuerdo (y además dispongo de ellas gracias precisamente a esas nuevas tecnologías y a quien mandara digitalizar lo digitalizable) esas lecturas suyas en aquella emblemática Revista hablada trimestral en la que participaba un selecto número de alumnos del colegio y que obligatoriamente todos escuchábamos como actividad escolar común, así como su permanente estar en primera fila en todo tipo de actividades recreativo-culturales., concursos literarios, festivales, etc.
Recuerdo, asimismo, los típicos y tópicos comentarios surgidos entre la comunidad escolar acerca de su total y lamentable pérdida de visión a causa de un pelotazo (a Antonio le entusiasmaba jugar al fútbol y en ello también destacaba) y cómo, una vez reintegrado al centro, gracias a su capacidad de reflexión, de adaptación, lucha y superación a sus 10 años, y el apoyo de amigos y sobre todo de su extraordinaria familia, siguió en primera fila hasta lograr que sus maestros, a pesar de su corta edad, lo propusieran como candidato a las duras pruebas que se realizaban en los colegios de la ONCE para que los que las superasen pudieran comenzar el siguiente curso estudios de bachillerato en el colegio de Madrid, ese centro que más tarde se convertiría en centro de recursos educativos, ése que posteriormente llevaría su nombre y que lo perdiera en el camino en su reciente cambio de ubicación sin que nadie haya dado pública explicación.
Es conveniente destacar en este momento que en aquellos años los alumnos de los colegios de la ONCE solíamos comenzar el bachillerato a los 13 o 14 años, tres o cuatro de retraso con respecto a los videntes; sin embargo, Antonio tan sólo lo hizo con uno, pues lo inició a los 11. Y la otra cuestión reseñable es que, a raíz de su pérdida de visión, a una cosa no tuvo que adaptarse: a la utilización del sistema Braille como código de lectoescritura, ya que en aquella época en los colegios de la ONCE el único código de lectoescritura era el Braille que, por cierto, dominaba extraordinariamente bien.
Todo esto que os explico, nada nuevo es, ya que, gracias al testimonio de personas que tuvieron una mayor y estrecha relación con Antonio y a la formidable labor de investigación de Luis Zaragoza y Fernando del Blanco, autores de esta gran obra, los que la hayan leído lo pueden atestiguar y los demás cuando la leáis. Asimismo, podréis encontrar en ella multitud de datos y hechos que retratan a la perfección a los dos: Antonio y ONCE, sin contar, evidentemente, a otras personas e instituciones, organismos, departamentos, etc.
En el curso 6-66 Vuelvo a encontrar a Antonio, pero esta vez en el cuartelario colegio de Madrid, al que, humorísticamente, suelo denominar la Concha sin mancha de la ONCE, o sea, La Inmaculada Concepción. Allí somos bastantes más alumnos y más mayores. Durante los dos cursos que coincidimos, mi relación con Antonio es mínima y superficial; no obstante, tanto yo como sobre todo los que cursábamos estudios de bachillerato sabíamos, de la progresión en cuanto a inteligencia, conocimientos, tolerancia, solidaridad, humor crítico de ese chico que, por cierto, era uno de los más jovencitos de su clase.
Como puede desprenderse de lo anteriormente dicho, los cimientos de todo un líder no sólo político, con letras mayúsculas, dentro del colectivo de los ciegos estaban firmemente echados. A partir de entonces el edificio va erigiéndose imparablemente.
A pesar de que podía haber cursado el bachillerato en el colegio de la ONCE, opta por hacerlo en un centro ordinario. le perdí la pista, aunque supe más tarde que lo realizó brillantemente con la inestimable ayuda de su familia, sobre todo de su padre, Ventura, un personaje extraordinario, un fuera de serie. Las familias son las que son y nadie las elige, pero si muchos pudieran hacerlo, estoy convencido de que escogerían la de Antonio.
Pasaron los años. Yo salí de la Inmaculada Concepción de la ONCE en junio de 1971, y ese mismo año me trasladé a Barcelona a fin de proseguir mis estudios, dicho sea de paso, gracias a una beca de la ONCE que posibilitó que de entre los seis hermanos que somos, fuera el único que cursara una carrera universitaria.
Llegan, por fin, los gloriosos 80, años de ilusión, de cambio, de democratización de la ONCE, que se incorpora a ese proceso con unos años de retraso con respecto al país. recuerdo, en pleno fragor democratizador que Antonio viene a Barcelona, que intenta ponerse en contacto conmigo, no pudo ser. Supongo que al preguntar a alguien sobre qué compañeros de colegio trabajaban en la delegación y alguien darle mi nombre, pretendería incorporarme a su proyecto político.
Y recuerdo, precisamente, por esa época, que al escuchar algunas intervenciones de Antonio y sobre todo una, creo que en la cadena SER, pensé: es un auténtico líder, la ONCE se le quedará pequeña; está muy por encima de muchos políticos españoles. así pues, el edificio, al que aludía anteriormente, estaba sólidamente construido.
Después sucedió lo que sucedió: el edificio se derrumbó o lo derrumbaron, la ONCE siguió su cada vez más angosto y único camino, ahora la ONCE es lo que es y lo que no es. Y ahora, el que lo desee tiene un espléndido libro, no para mitificar la figura de Antonio dadas las circunstancias de su muerte y la edad a la que se produjo, sino para tener una idea muy clara de la ONCE, de su historia, y para conocer a fondo a todo un personaje y reivindicar a través de él y con él y si es posible mantener encendida la llama de ese espíritu suyo democrático, abierto, conciliador y de consenso, racionalmente crítico consigo mismo y con el entorno, con esa permanente búsqueda del bien colectivo, de su progresismo, y de su honestidad.
Hoy estamos aquí, en la presentación de este gran libro "Antonio Vicente Mosquete, la ONCE que pudo ser" y que es de obligada lectura para los afiliados, simpatizantes y allegados a la misma y para quien desee conocerla. Yo no sé, como es lógico, qué ONCE disfrutaríamos o padeceríamos de haber estado entre nosotros Antonio, pero de lo que sí estoy convencido es de que habría intentado que no fuera esta y mucho menos con las formas empleadas por determinados dirigentes de la misma, y de que muy probablemente intrigas palaciegas y palaciegos se hubieran encargado de obligarle a irse a su casa, replantearse su vida y volcar la espléndida simiente de sus ideas en campos más preparados para la germinación, desarrollo y su posterior fructificación.
y para finalizar, ya que Antonio tenía una gran facilidad para el aprendizaje y dominio de lenguas, que este acto tiene lugar en Cataluña donde se habla un hermoso idioma, permitidme que le diga en catalán:
Amic Antonio: -ja sé que es molt, molt difícil aconseguir-ho, peró uull demanar-te que si pots il.luminis la ment de qui correspongui per tal de que, amb la col.laboració de tots, no es produixi una regresió tal que la majoria dels cecs d'aquí a no pas gaires anys hagin de viure de una pobre pensió en comptes de fer-ho del seu treball.