Barcelona, 8-5-1992
Estimada amiga Com-puta-dora:
Hace ya un año y pico que comenzó nuestra amistad. Desde el primer momento pensé escribir sobre tu extensa y fina piel cibernética una serie de cartas, porque consideraba que esta correspondencia, digámoslo así, podía contribuir a mi enriquecimiento personal. He tardado bastante en decidirme. Pero al fin, aquí está la primera.
Quiero contarte hoy, que el otro día, tal como suelo hacer, fui al bar próximo a casa a tomar, después del trabajo, un cortadito, aun arriesgándome a no dormir, porque ya sabes que tengo problemas de insomnio, y más si tomo café. Pues bien. Allí, aparte del camarero, había un joven, que si no era uno de estos neo-nazis, lo parecía. comenzó, y no recuerdo cómo surgió el tema, a hablar de Hitler y sus teorías y pretensiones. Citaba continuamente, para apoyar sus afirmaciones, un libro que trataba sobre el tema y que él, daba la sensación, que lo utilizaba como si fuera el no va más en esta cuestión. Todo esto me hizo reflexionar, para al final, llegar a esta conclusión:
Que se lee poco en este país es un hecho irrefutable. Pero con ser malo esto, no sé qué es peor: si no leer nada o, sobre el tema que sea, leer tan sólo un libro, o a un autor; porque convertirse en el portavoz de alguien o hacer de un sólo libro "la Biblia" particular o la obra de "cabecera", es como ver el mundo por un agujero y a través de un cristal coloreado por otro.
El "hombre-loro" es el mejor vehículo de expansión del fanatismo, la intolerancia y el radicalismo del signo que sea.