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  Inritación (José María Penan do Santos Ciegos y Casimiros y Caranva Romero)
 

 

 

Inritación

  José María Penan do Santos Ciegos y Casimiros y Caranva Romero

¡Maldito seas, señor,

por tu carente bondad;

porque pones sin amor

sobre tiras de dolor

cromos de conformidad!

¡Qué triste es mi pregonar...

Llevo en mi bolsa escondidos

nuevos productos sim par

y en el TPV un mar

de números no vendidos.

Tú sólo, amo y señor,

tú que sin amor me hieres;

tú, que con inmenso ardor

pruebas con mayor dolor

a los ciegos que no quieres,

tú, sí, lo debes saber;

que sólo quiero contar,

secretos del no vender

a quien lo deba comprender

y nos lo pueda arreglar.

¡Maldito seas, señor,

por tu carente bondad;

porque pones sin amor

sobre tiras de dolor

cromos de conformidad!

Será el cambio que viniere,

en mala hora recibido.

¡Vamos, pues que Dios no quiere

ver a los ciegos jodidos,

a joder al que jodiere!

Yo no me quejo, señor;

soy un buen trabajador

que goza al trabajar

llevando el pan al hogar

con sacrificio y amor.

Quiero ser útil, señor;

quiero por mi bien currar

con frío o con calor;

quiero hacer mi vida altar

de un pan ganado sin rubor.

Vivir sin apenas labores

es muy triste y sombrío,

es como el del agua de un río

que, sin árboles ni flores,

va por un campo baldío.

Vida de falsa alegría

es la de quien ni un solo día

ha podido trabajar

aunque de verdad lo quería,

pues sólo pudo estudiar.

No huyáis serios ofertores

de empleos y más empleos

de ciegos trabajadores

que hoy, por ciegos "señores",

son mandados a paseo.

Saber sufrir y tener

el alma recia y curtida

es lo que importa saber,

pues a peor, al parecer,

cambiará nuestra vida.

Por eso, dueño y señor,

porque sin amor me hieres,

tú, que con inmenso ardor

pruebas con mayor dolor

a los ciegos que no quieres;

porque vender es llenar

las bolsas de un pandillón;

porque sé que me has de dar

cabreo e "inritación"

a medida del pesar;

por tu obrar dictador

porque lo mandas si quieres,

porque provocas dolor,

maldita sea, señor,

la mano con que nos hieres.

 

 

 
 
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