¡Dos de Mayo!
(Elegía Heroica)
Bernardo López García (1840-1877)
Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón.
Sobre tu invicto pendón
miro flotantes crespones,,
y oigo alzarse a otras regiones,
en estrofas funerarias,
de la Iglesia, las plegarias,
y del Arte, las canciones.
Lloras porque te insultaron
los que su amor te ofrecieron...
¡A ti, a quien siempre temieron,
porque tu gloria admiraron;
a ti, por quien se inclinaron
los mundos de zona a zona;
a ti, soberbia matrona,
que, libre de extraño yugo,
no has tenido más verdugo
que el peso de tu corona!...
Doquiera la mente mía
sus alas rápida lleva,
allí un sepulcro se eleva
cantando tu valentía;
desde la cumbre bravía
que el sol indio tornasola
hasta el Africa, que inmola
sus hijos en torpe guerra,
¡no hay un puñado de tierra
sin una tumba española!...
Tembló el orbe a tus legiones,
y de la espantosa esfera
sujetaron la carrera
las garras de tus leones;
nadie humilló tus pendones
ni te arrancó la victoria,
pues de tu gigante gloria
no cabe el rayo fecundo
ni en los ámbitos del mundo
ni en el libro de la Historia.
Siempre en lucha desigual
cantan tu invicta arrogancia
Sagunto, Cádiz, Numancia,
Zaragoza y San Marcial;
en tu seno virginal
no arraigan extraños fueros,
porque, indómitos y fieros,
saben hacer tus vasallos
frenos para sus caballos
con los cetros extranjeros...
Y aun hubo en la tierra un hombre
que osó profanar tu manto...
¡Espacio falta a mi canto
para maldecir su nombre!...
Sin que el recuerdo me asombre,
con ansia abriré la Historia;
presta luz a mi memoria,
y el mundo y la patria a coro
oirán el himno sonoro
de tus recuerdos de gloria.
Aquel genio de ambición
que, en su delirio profundo,
cantando guerra hizo al mundo
sepulcro de su nación,
hirió al ibero león,
ansiando a España regir;
y no llegó a percibir,
ebrio de orgullo y poder,
que no puede esclavo ser
pueblo que sabe morir.
¡Guerra!, clamó ante el altar
el sacerdote con ira;
¡Guerra!, repitió la lira
con indómito cantar;
¡Guerra!, gritó al despertar
el pueblo que al mundo aterra;
y cuando en hispana tierra
pasos extraños se oyeron,
hasta las tumbas se abrieron
gritando: ¡Venganza y guerra!
La virgen, con patrio ardor,
ansiosa salta del lecho;
el niño bebe en el pecho
odio a muerte al invasor;
la madre mata a su amor,
y cuando calmada está,
grita al hijo que se va:
"¡Pues que la patria lo quiere,
lánzate al combate y muere;
tu madre te vengará!..."
Y suenan patrias canciones,
cantando santos deberes;
y van roncas las mujeres
empujando los cañones:
al pie de libres pendones,
el grito de patria zumba.
Y el rudo cañón retumba,
y el vil invasor se aterra,
y al suelo le falta tierra
para cubrir tanta tumba...
¡Mártires de la lealtad,
que del honor al arrullo
fuisteis de la patria orgullo
y honra de la humanidad!...
En la tumba descansad,
que el valiente pueblo ibero
jura con rostro altanero
que, hasta que España sucumba,
no pisará vuestra tumba
la planta del extranjero.