Delgadina
Un rey tenía tres hijas,
y las tres como la plata;
y la más rechiquitita,
Delgadina se llamaba.
Un día, estando comiendo,
su padre la remiraba.
-¿Qué me miras, padre mío,
que me miras a la cara?
-¿Qué te miro, Delgadina?
Que has de ser mi enamorada.
-No lo quiera, Dios del cielo,
ni la Virgen Soberana.
¡Ser de mi padre mujer,
de mis hermanos madrastra,
y a la reina de mi madre,
hacerla yo mal casada!
-Corre a llamar mis criados,
y a Delgadina encerradla;
y si quiere de comer,
dadle las hieles amargas;
y si quiere de beber,
dadle el agua muy salada.
Delgadina, con gran sed,
se ha asomado a la ventana;
desde allí vio a su madre
en silla de oro sentada.
-¡Madre! Si es usted mi madre,
¡por Dios!, deme un jarro de agua,
que el alma tengo en un hilo
y la vida se me acaba.
-Quítate de ahí, Delgadina,
quítate, perra malvada,
que va para siete años,
que me tienes mal casada.
-¡Hermanos! Si sois hermanos,
tiradme una jarra de agua,
que el alma tengo en un hilo
y la vida se me acaba.
-Quítate de ahí, Delgadina,
quítate, perra malvada;
si el rey padre lo supiera,
la cabeza nos cortara.
-¡Padre! Si es usted mi padre,
¡por Dios!, una jarra de agua,
que el alma tengo en un hilo
y la vida se me acaba.
-Yo bien te la diera, hija,
si me cumples la palabra.
-Padre; se la cumpliré,
aunque sea de mala gana.
-¡Alto, alto!, mis criados;
a Delgadina dadle agua.
Al que más pronto llegase,
el palacio demandara;
al que más tarde llegase,
la cabeza le cortara.
Unos, con jarros de oro;
otros, con jarros de plata;
mas por mucho que corrieron,
Delgadina, muerta estaba.
Delgadina (Otra versión del anterior)
Un Rey moro tenía una hija
más hermosa que oro y plata,
Rey moro tenía una hija,
que Delgadina se llama;
un día estando a la mesa
su padre la remiraba.
"Padre, ¿qué mira usted?"
"Hija, no te miro nada,
es que bajas la cabeza
como una recien casada."
"Padre, no me mate usted,
que el conde me dio palabra
de tomarme por esposa
al volver de la cruzada."
"¡Alto, alto, caballeros!
A Delgadina, matarla,
si no la queréis matar,
encerradla en una sala;
si no es retama machada.
No me la deis de beber
si no es con agua salada."
Al cabo de unos tres meses
se ha asomado a la ventana,
ha visto a sus dos hermanas
que estaban bordando en plata.
"Hermanas por ser hermanas,
por Dios una gota de agua."
"Yo te la diera mi vida, mi vida,
yo te la diera , mi alma;
si padre, el Rey, lo supiera,
la cabeza nos cortara."
Se retiró Delgadina,
tan triste y desconsolada,
con lágrima de sus ojos
toda la sala regaba.
Al cabo de otros tres meses
se ha asomado a otra ventana;
ha visto a sus dos hermanos
jugando al juego de espadas,
"Hermanos, por ser hermanos,
por Dios, una gota de agua;
más de sed que no de hambre
a Dios entrego mi alma."
"Yo te la diera, mi vida,
yo te la diera, mi alma,
mas si padre lo supiera
la cabeza nos cortara."
Se retiró Delgadina
tam triste y desconsolada,
con lágrimas en sus ojos
toda la sala regaba.
Al cabo de otros tres meses
se ha asomado a otra ventana
y vio a su madre la Reina
peinando sus blancas canas.
"Mi madre por ser mi madre,
por Dios una gota de agua,
que se me acaba la vida
y a Dios le entrego mi alma."
"Esclavas por ser esclavas,
dadme una jarrita de agua,
que sea de plata y oro
adornada de esmeraldas
y en lo alto de la torre
a Delgadina entregadla,
que mas de sed que de hambre
a Dios le entrega su alma.
La que llegase primero
un gran premio se ganara,
si no se entera mi esposo
ya que a todas nos matara."
Todas vienen a la par,
ninguna se ganó nada,
pues en medio de la sala
Delgadina muerta estaba.
Los Ángeles a los lados
haciéndole la mortaja,
la Virgen a la cabeza
en andas se la llevaba,
las campanas de la Gloria
por Delgadina tocaban.
las campanas del infierno
por su padre el Rey doblaban.
Luisito
Un rey moro tenía un hijo,
que Luisito se llamaba.
Un día, estando comiendo,
el padre le remiraba.
-Hijo mío: ¿Estás enfermo?,
o ¿por qué ties mala cara?
¿Quieres que te mate un ave,
de las que vuelan por casa?
-Padre: Yo no quiero aves,
de esas que vuelan por casa;
quiero una taza de caldo,
que me la suba mi hermana.
Como era tiempo verano,
la niña subió en enagua,
con un pañyuelito al cuello,
que a los hombres trastornaba.
La agarró de la cintura,
hasta echarla en la cama.
Hizo lo que quiso de ella,
hasta escupirla en la cara.
A eso de los nueve meses,
un niño lloraba en casa.
Ya le van a bautizar,
no saben cómo se llama.
Y por fin ya le pusieron
Hijo de Hermano y Hermana.
Tranquilo (otra versión del anterior)
Un rey moro tenía un hijo,
que Tranquilo se llamaba.
Un día estando jugando,
se enamoró de su hermana.
Como no podía ser,
se hizo el enfermo en la cama.
Le subió su padre a ver.
¿Qué tienes, hijo del alma?
¿Quieres que te mate un ave
de esas que se crían en casa?
Lo que yo quiero es un caldo,
que me lo suba mi hermana.
Era el tiempo de verano,
y subió en enagua blanca.
La agarró por la cintura,
sobre la cama la echaba.
Con un pañuelo de seda
la boquita le tapaba.
A eso de los nueve meses,
cayó muy grave en la cama.
Llamaron a los doctores,
los mejores de Granada.
Unos le toman el pulso,
otros le miran la cara.
Se dicen unos a otros:
Esta niña está preñada.