-Gerineldo, Gerineldo,
Gerineldito pulido,
¡quién te pillara esta noche
tres horas a mi albedrío!
-Como soy vuestro criado,
señora, os burláis conmigo.
-No me burlo, Gerineldo,
que de veras te lo digo.
A las diez se acuesta el rey,
a las once está dormido
y a eso de las once y media
pide el rey su vestido.
-Que lo suba Gerineldo
que es mi paje más querido.
Unos dicen: no está en casa;
y otros que no lo habían visto.
El rey, que lo sospechaba,
al cuarto fue dirigido,
con zapatillas de seda
pa que no fuera sentido.
Se los encontró a los dos
como mujer y marido.
"Si mato a mi hija infanta
dejo el palacio perdido
y si mato a Gerineldo
lo he criado desde niño.
Pondré mi espada por medio
pa que sirva de testigo."
A lo frío de la espada
la princesa lo ha sentido:
-¡Levántate, Gerineldo,
que somos los dos perdidos,
que la espada de mi padre
entre los dos ha dormido!
-¿Por dónde me iré yo ahora?
¿por dónde me iré, Dios mío?
Me iré por esos jardines
a coger rosas y lirios.
Y el rey, que estaba en acecho,
al encuentro le ha salido.
-¿Dónde vienes, Gerineldo,
tan triste y descolorido?
-Vengo de vuestro jardín, señor,
de coger rosas y lirios.
-No me niegues, Gerineldo,
que con mi hija has dormido.
Hincó la rodilla en tierra,
de esta manera le dijo:
-Dame la muerte, buen rey,
que yo la culpa he tenido.
-No te mato, Gerineldo,
que te crié desde niño.
Para mañana a las doce
seréis mujer y marido.
Han inventado una guerra
entre España y Portugal
y nombran a Gerineldo
de capitán general.
La princesa, que lo supo,
no cesaba de llorar.
-Si a los siete años no vuelvo
tú ya te puedes casar.
Pasan uno, pasan dos,
los siete pasaron ya.
-La licencia quiero, padre,
para salir a buscar.
-La licencia tienes, hija,
la licencia tienes ya.
Se ha vestido de romera
y le ha salido a buscar.
Ha andado siete reinados,
no lo ha podido encontrar.
En lo alto de una loma
oye un becerro balar.
-Vaquerillo, vaquerillo,
por la Virgen del Pilar,
¿de quién es ese ganado
con tanta cruz y señal?
-Es del conde Gerineldo
que pronto se va a casar.
Al oír estas palabras
se ha caído desmayá.
-Toma esta oncita de oro
y llévame adonde está.
La ha cogido de la mano,
la ha llevado hasta el portal;
al pedir una limosna
Gerineldo salió a dar.
-¡Ay, qué niña tan bonita,
ay, qué niña tan salá,
si te pasaras por Francia
donde mi mujer está!
-No me pasaré por Francia:
delante la tienes ya.
Las fiestas y los torneos
para la princesa irán
y la otra novia que tengo
en el convento la vida se pasará.