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  Tus Ojos (Luis Martínez Cleiser)
 

 

 

Tus Ojos

Luis Martínez Kleiser (1883-

Nunca me dicen tus labios

lo que me dicen tus ojos,

que confiesan tus antojos

o descubren tus agravios,

que me glosan tu dolor

o me infunden tu alegría,

que me lloran tu agonía

o me inundan de tu amor,

que me alumbran o me ciegan,

me curan o me maltratan,

me acarician o me matan,

me conceden o me niegan;

pero que, siempre locuaces,

me saben contar sinceros

tus exhortos más austeros

y tus sueños más audaces.

Tienen tus ojos el don

de alegrarme, entristecerme,

consolarme y conmoverme;

y es porque tus ojos son

ojos que saben hablar,

ojos que saben reír,

ojos que saben herir

y ojos que saben besar;

ojos que hielan o abrasan

y que, con nieve o con lumbre,

dan o quitan pesadumbre

por donde quiera que pasan.

Cuando de su limpia hondura

descorren al fin el velo,

reflejan la luz del cielo

sobre el mar de tu ternura,

y me hundo feliz en él,

y tan dulce me parece,

que mi vida se adormece

en su piélago de miel.

Cuando por ellos derramas

el fuego de tus amores,

yo me acerco a tus fulgores

para quemarme en sus llamas.

Y cuando lanzan destellos,

agudos como saetas,

mis ojos son dos ascetas

que quieren clavarse en ellos.

Siento un placer inefable

si, en tus miradas tranquilas,

descubro, tras tus pupilas,

un camino interminable.

Triste y medroso adivino,

con las flores de tu edén,

muchos abrojos también

a lo largo del camino;

pero, aunque guardes tus flores

y me ofrezcas tus abrojos,

quiero internarme en tus ojos

en busca de tus amores.

 

 

 

 

 
 
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