En el jardín del Relleno,
a la sombra una palmera,
se hallaba sentadita
Rosita la cigarrera.
Timoteo el barrendero,
que al otro lado se hallaba,
se dirigió a la joven
por ver si la conquistaba.
Como ya la conocía,
a su lado se sentó,
con palabras cariñosas
su amor la declaró:
- Rosita primaveral,
yo no me apaño sin tí;
si no estás enamorada,
enamórate de mí.
Y Rosita le contesta,
con la sonrisa en los labios:
- No permito tener novio
hasta cumplir veinte años.
- No creo que tanto tiempo
te encuentres sin tener novio,
porque esas piernas tan gordas
ya te piden matrimonio.
- Pues cuando yo tenga novio
no ha de ser un barrendero,
ha de ser más encumbrado,
y si no, yo no le quiero.
- Rosita primaveral,
muy a lo alto te vas,
eres demasiado loca,
no sé si te casarás.
- No lo creas, Timoteo,
que yo me quede soltera:
tengo un jardín muy hermoso,
no ha de faltar quién le quiera.
- Entonces ese jardín
debe tener muchos nombres,
porque le suelen llamar
la perdición de los hombres.
- Perdición es para tí,
porque sabes que no quiero
que en un jardín tan precioso
se recree un barrendero.
- Guárdalo bien, cigarrera,
que no te lo lleve el viento,
que eres la mujer más falsa
debajo del firmamento.
Por hacerse la soberbia,
Rosita la cigarrera,
ya tiene treinta y seis años
y sigue estando soltera;
sin tener padre ni madre,
ni marido, ni dinero,
diciendo a todas horas:
- ¡Quién pillara al barrendero!
Mocitos que estáis solteros
y tenéis que pretender:
pretended por el cariño,
y no por el interés.
Igualmente las mocitas,
que no gasten más mimitos,
porque ahora va de moda
casarse sin requisitos".
Extraído de "Canciones de moda", disco de 2001 de Yesca, en el que se informa:
"Si extendida está la historia de esta cigarrera que busca pretendientes de mayor alcurnia que el buen Timoteo, más extendida aún se encuentra esta melodía que ha servido de comodín para toda clase de cantos -principalmente narrativos- y que en Montorio aplicaban a este realto con moraleja. Esta moraleja en la que se nos dice que el amor debe triunfar sobre el dinero, no oculta el machismo de Timoteo que no renuncia a barrer para casa.