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  Poemario Médico 02 (Varios Autores)
 

 

 

Poemario Médico (2)

Vital Aza

Baldomero Fernández Moreno

Joaquín M. Bartrina

Pío Baroja

Armando Buscarini

Enrique Geenzier

 

Vital Aza (1851-1912).

De un dolor en un brazo se quejaba

en Palacio una noche el Soberano,

y el médico que vió que se trataba

de una simple neuralgia del mediano,

le hizo tomar una poción calmante

y se quedó el monarca tan campante.

- ¿Qué ha tenido el señor? - con gran misterio

le preguntó al Doctor el Intendente.

- Pues hombre, nada serio.

Ya está perfectamente.

Una simple neuralgia por el frío,

en el nervio mediano.

- ¡Señor mío!

¿Mediano le llamais?

- No os asombre.

Así le llamo porque así es su nombre.

- Sea su nombre o no, yo no me meto;

pero esa es una falta de respeto.

Tratándose de un rey, por cortesía,

no debéis emplear este vocablo.

- ¿No lo debo emplear? ¡Qué tontería!

Respeto al rey, pero también ¡qué diablo!

se debe respetar la Anatomía.

Y se marchó el Doctor de la Intendencia

riendo tan estúpida ocurrencia.

Cuando al día siguiente

fue a saludar al Rey el Intendente

le dijo: - Ya he sabido

lo que anoche, Señor, habéis sufrido;

pero gracias al Dios Omnipotente

vuestra hermosa salud no ha padecido.

- Hoy, por fortuna, estoy perfectamente,

pero, hijo, anoche al retirarme al lecho

me acometió un dolor desesperante

en el brazo derecho.

Vino el Doctor, me recetó al instante,

y de su ciencia estoy muy satisfecho;

pues gracias a aquel mágico clamante,

lo mismo que un lirón

dormí toda la noche de un tirón.

No sé cuál ha sido

la causa del dolor.

- Yo la he sabido.

Asegura el Doctor, hombre eminente,

que, sin duda ninguna, el frío insano

produjo una neuralgia de repente,

en un nervio que llega hasta la mano,

que en todos los mortales es mediano

y en Vuestra majestad es excelente.

 

Baldomero Fernández Moreno (1886-1950).

Harto ya de alabar tu piel dorada,

tus externas y muchas perfecciones,

canto el jardín azul de tus pulmones

y tu tráquea elegante y anillada.

Canto a tu masa intestinal rosada,

al bazo, al páncreas y a los epiplones,

al doble filtro gris de tus riñones

y a tu matriz profunda y renovada.

Canto al tuétano dulce de tus huesos,

a la linfa que embebe tus tejidos,

al acre olor orgánico que exhalas.

Quiero gastar tus vísceras a besos,

vivir dentro de ti con mis sentidos...

Yo soy un sapo negro con dos alas.

 

Joaquín M. Bartrina (1850-1880).

¡Todo lo sé! Del Mundo los arcanos

ya no son para mí

lo que llama misterios sobrehumanos

el vulgo baladí.

Sólo la ciencia a mi ansiedad responde

y por la ciencia sé

que no existe ese Dios que siempre esconde

el último por qué.

Sé que soy un mamífero bimano

(que no es poco saber),

y sé lo que es el átomo, ese arcano,

del ser y del no ser.

Sé que el rubor que enciende las facciones

es sangre arterial;

que las lágrimas son las secreciones

de la glándula lacrimal;

que la virtud que al bien al hombre inclina

y el vicio, sólo son

partículas de albúmina y fibrina

en corta proporción.

Que el genio no es de Dios sagrado emblema,

no señores, no tal:

el genio es un producto del sistema

nervioso cerebral.

Y sus creaciones de simpar belleza

sólo están en razón

del fósforo que encierra la cabeza

¡no de la inspiración!

Amor, misterio, bien indefinido,

sentimiento, placer...

¡palabrotas vacías del sentido

y sin razón de ser!...

Gozar es tener siempre electrizada

la médula espinal,

y en sí el placer es nada o casi nada:

un óxido, una sal.

¡Y aún dirán de la ciencia que es prosaica!

¡Hay nada, vive Dios,

bello como la fómula algebraica

C= p r2 !

¡Todo lo sé! Del mundo los arcanos

ya no son para mí

lo que llama misterios sobrehumanos

el vulgo baladí...

Mas... ¡ay! que cuando exclamo satisfecho:

¡todo, todo lo sé!...

siento aquí, en mi interior, dentro del pecho

un algo... ¡un no sé qué!...

 

Pío Baroja (1872-1955).

Somos la flor y nata

de los artríticos,

somos la quintaesencia

de los nefríticos;

tenemos casi siempre

hipertensión

y una vaga hipertrofia

del corazón.

Nuestra elegancia es cosa

bien manifiesta,

nuestra presencia nunca

es muy molesta.

Somos unos Petronios

de alta tensión,

más fervientes del plato

que de Platón.

No pueden compararse

con los artríticos

los gafos ulcerosos

o sifilíticos.

Somos productos natos

de selección,

que vamos por la vida

con distinción.

 

Armando Buscarini (1892-1965).

Hospital de San Juan de Dios, triste edificio

que albergas en tus muros la carne corrompida,

yo he sentido mi cuerpo tatuado en el suplicio

de tus curas cruelas en nombre la la vida.

Como un sudario negro la tragedia en ti flota,

y rechinan los males lo mismo que cerrojos;

umbral de losa llena de vidas en derrota,

en donde a los gusanos se anticipan los piojos.

Las pétreas hermanitas, salmodiando oraciones,

en silencio atraviesan los largos pabellones,

y con una sonrisa de cansancio o de unción

consuelan al enfermo resignado, que siente

el fuego de la vida en la carne doliente

y el frío de la muerte dentro del corazón.

 

Enrique Geenzier (1887-1962).

Pronto, pronto, doctor; abrid sin miedo.

¿No oís como palpita aquí, en el fondo,

la queja de un sollozo quedo, quedo?

Abrid, abrid, doctor, que está muy hondo.

- ¿Dónde le duele a usted? -Aquí escondido.

- Algún tumor tal vez, un cuerpo extraño...

- Es un dolor que ha tiempo lo he sentido.

Abrid, abrid, doctor, que aquí hay un nido

y lo habita un reptil: ¡el Desengaño!

- Enfermedad moral, pobre paciente,

no la cura la Ciencia en su adelanto...

¿Extraigo el corazón? -Precisamente

el corazón, doctor... ¡me duele tanto!

 

 

 

 
 
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