Cuando la noche se abaja
toda en su manto guarnida
ya se avivan en el chozo
brasas de melancolía,
ya está la majada quieta,
tan ordenada y cumplida,
y ya señorea la luna
sobre la tierra enganida.
El pastor ovejerico
es un puño en su pellica.
Ladra el mastín en el cerro,
runrrunean las esquilas,
la noche, toda, se encalma
con las estrellas furtivas.
Ay, el mi pastor galano
que en vez de cantar suspira.
Cómo le vienen y arañan
visiones de lejanía,
recuerdos de tierra luenga,
ecos de las sierras frías,
y un dulce clamor que hiere
en el alma estremecida.
Ya está en el chozo la Babia
siempre llevada y traída,
tan lejana, tan lejana,
y en el corazón metida.
El ovejerico sueña
de la su novia caricias,
y sueña de la su madre
carantoñas y natillas,
sueña también la su torre
con las cigüeñas dormidas
y el repicar de campanas
en la fiesta de la ermita.
Ay, dehesas de Extremadura,
rebaños de lana fina,
mastines que están de guardia,
butres de sagaz pupila
que siempre van al acecho
de la oveja mal herida,
y órdenes del rabadán
dominando la vigilia
de la noche y la majada
que en el cerro se cobija.
Todo se aduerme careado
en su paz y en su medida,
únicamente el pastor
no duerme, que sueña, herida
la rosa de los recuerdos
de la su aldea querida.
Ay, pastor que estás en Babia,
ay, noche, qué mal abrigas
los decires sin palabras,
las añoranzas no escritas,
del pastor que está en su chozo
como un puño en su pellica,
siempre clavado en su Babia
tan bien llevada y traída.
Extraído de Relato de Babia de Luis Mateo Díez.