I
¡Oh, mansión de soledad,
De tristeza y de aflicción,
Donde acaba la ilusión
Y empieza la realidad!
Aquí se halla la verdad
Y termina la locura;
Toda riqueza, hermosura,
Grandeza, honor, dignidad.
Aquí todo es vanidad
Que encierra la sepultura.
II
Miro en todas direcciones
Y sólo encuentran mis ojos
De humanos seres despojos
O fúnebres panteones.
Lápidas con direcciones
Se dominan por doquier.
Un hueso, una calavera.
Aquí un ciprés macilento,
Y allá, sobre el pavimento,
Tosca, una cruz de madera.
III
De la opulencia y riqueza
Tan sólo quedan andrajos.
Terminaron los trabajos,
La herramienta y lapobreza.
La hermosura y la belleza
Se han trocado en sombra oscura.
Toda riqueza, amargura
En esta mansión sombría.
¡Qué pavorosa! ¡Qué fría!
¡Qué triste es la sepultura!
IV
Aquí no hay modas fatales
Ni oro, ni plata, ni cobre.
El Grande, el rico y el pobre
Son aquí, en la tumba, iguales.
Las riquezas mundanales
Se hunden en esta mansión
Y, aunque la vana ambición
Alce panteón grandioso,
Será bello y suntuoso,
Mas siempre será panteón.
V
Aquí yace el poderoso,
El pródigo, el usurero,
El potentado, el obrero,
El honrado, el virtuoso.
Aquí en continuo reposo
Duermen sus restos mortales
Sin Hércules ni rivales,
Sin odio en el corazón,
Porque aquí, en la tumba, son
Todos los hombres iguales.
VI
Los que por gala insensata
O por orgullo bizarro,
Siendo su cuerpo vil barro,
Lo adornaron de oro y plata;
Los que seda o escarlata
Llevaban por vestidura;
Los que en miserable altura
Llevaron vana ambición,
¡Aquí están! Ved lo que son
Dentro de la sepultura!
VII
La vida es una quimera.
Es devorador torrente
Que arrastra con su corriente
A la humanidad entera.
La luz que cruza la esfera
Da brillo y desaparece,
Bella rosa que florece
Fresca, olorosa y lozana
Al despuntar la mañana,
Y que a la tarde perece.
VIII
Joven orgullosa y vana,
Que te adornas de mil modos
Para seducir a todos
Y parecer más galana,
¡Ay de ti, Si más cristiana
Fueras; más solicitud
Tuvieras por la virtud!,
Traje en verdad más sencillo,
Pero que no pierde el brillo
Ni aun dentro del ataúd.
IX
El hombre ciego delira
En pos de vanos placeres.
Corre y deja sus deberes
Por vanidad y mentira.
Continuamente suspira
Con demasiada ansiedad
Por una felicidad
Que jamás verá cumplida
Porque no se halla en la vida
Lo que está en la eternidad.
X
Hombre desdeñoso y fuerte,
Que con orgullo profundo,
Pequeño se te hace el mundo
Para poder contenerte,
Dentro de poco la muerte
Te envolverá en negro velo.
Si hoy no cabes en el suelo,
Ten por cosa clara y cierta:
Menos cabrás por la puerta
Estrechísima del cielo.
XI
Mas ¿por qué canto a la vida
En la mansión de la muerte?
Pues si aquí todo está inerte,
¿Por quién mi voz será oída?
Aquí el alma afligida
No debe entonar canciones,
Porque aquí, en estas regiones,
Donde descansan los muertos
Sólo han de oírse conciertos
De plegarias y oraciones.
XII
Seres que descansáis hoy
Bajo la tierra sombría,
Y que fuisteis algún día
Esto mismo que yo soy,
Dormid en paz, yo me voy
De esta mansión de sosiego.
Siempre que a este lugar llego
Vi patente mi razón:
Que el mundo es vana ilusión.
¡Dormid en paz… y hasta luego!