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  Canción de Otoño en Primavera (Rubén Darío)
 




Canción de Otoño en Primavera

Rubén Darío (1867-1916)

¡Juventud, divino tesoro,

ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro,

y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste

historia de mi corazón.

Era una dulce niña en este

mundo de duelo y aflicción.

Miraba como el alba pura;

sonreía como una flor.

Era su cabellera oscura,

hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.

Ella, naturalmente, fue

para mi amor hecha de armiño,

Herodías y Salomé...

¡Juventud, divino tesoro,

ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro,

y a veces lloro sin querer...

La otra fue más sensitiva,

y más consoladora y más

halagadora y expresiva,

cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura

una pasión violenta unía.

En un peplo de gasa pura

una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño

y lo arrulló como a un bebé...

Y le mató triste y pequeño,

falto de luz, falto de fe...

¡Juventud, divino tesoro,

te fuiste para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro,

y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca

el estuche de su pasión;

y que me roería, loca,

con sus dientes el corazón,

poniendo en un amor de exceso

la mirada de su voluntad,

y mientras eran abrazo y beso

síntesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera

imaginar siempre un edén,

sin pensar que la primavera

y la carne acaban también...

¡Juventud, divino tesoro,

ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro,

y a veces lloro sin querer...

¡Y las demás! En tantos climas,

en tantas tierras, siempre son,

si no pretextos de mis rimas,

fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa

que estaba triste de esperar.

La vida es dura. Amarga y pesa.

¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,

mi sed de amor no tiene fin;

con el cabello gris me acerco

a los rosales del jardín...

¡Juventud, divino tesoro,

ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro,

y a veces lloro sin querer...

¡Mas es mía el Alba de oro!

 

 

 

 
 
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