Consejos del Tío Perico
Luis Chamizo (1897-1944)
No me jimples, no me jimples, mocosina;
no t'enfusques ni me fartes al respeto,
no reguñas, Carnación, ni esparrataques
esos ojos cuando yo te dé un consejo.
Esos ojos qu'otros días me miraban
chiqueninos, entornaos, zalameros,
y hora miran rencorosos y asustaos
del sentir que llevas drento
y de l'honra de tu casta que derrumban
ese jambre que tú tienes de dinero
y ese orgullo maldecío, porque sabes
qu'eres guapa, más que toas las del pueblo.
Ya te ije qu'el noviajo s'ha eschangao,
que no quiero yo jarones, que no quiero
ni las jesas, ni las yuntas, ni los miles
mal ganaos por el padre de Nocencio;
qu.el süor que nuestras frentes esparraman
pa ganar el cacho pan que nos comemos
jiede a sangre corrompía si es que güerve
a nusotros del arcón del usurero.
No me jimples, no reguñas, no te casas
con el hijo del tío Bruno, no consiento
qu'esa cara tan bonita qu'han bruñío
estos labios con la juerza de sus besos
jasta hacegla reluciente como el oro
de la tarde, cuando el sol se va del cielo,
te s'empringue con el vaho de süores
ya podríos encerraos en el cuerpo
sin que chupen las esponjas del trebajo
la carroña creminal de su veneno.
Semos probes, hija mía, porque icen
que son probes los que no tienen dinero;
semos probes, semos probes, ¡qué sé yo!,
eso icen de nusotros, icen eso.
Quiere un hombre de riaños, que te quiera,
quiere un hombre con agallas, de los nuestros,
d'estos hombres que dispiertan las gallinas
cuando salen con los burros del cabresto,
y en el campo despabilan las alondras
agachás entre los surcos del barbecho,
qu'esparraman sus chirlíos d'amor cuando
viene el sol agateando por los cerros
y s'ajuyen las neblinas y s'apagan
las estrellas y la luna y los luceros.
Quiere un hombre sin fanfarrias que te iga
los sentires que se jinchan mu p'adrento,
jasta cuando que revientan en paliques
que los ojos arrebuscan en el suelo.
Quiere un hombre, quiere un hombre d'estos hombres
ya curtíos por el frío del invierno,
y tostaos por el sol del meyodía,
y bañaos por las aguas de febrero,
y besaos por la luna cuando duermen
en las eras, junt'al trillo, car'al cielo.
Qu'estos hombres son los machos d'una raza
de castúos labraores extremeños
que inorantes de las cencias de los sabios
las jonduras d'otras cencias descurrieron
cavilando tras las yuntas
en la paz de los barbechos.
Ellos saben que la tierra labrantía,
seria, llana y arrogante'n los recuestos,
es la jembra que mantiene muchos hijos
con la juerza de la savia de sus senos;
y es la madre, y es la novia y es la hermana
del gañán que, con calor de macho en celo,
la colmara de cudiaos,
la regara con süores de su cuerpo,
la labrara con cariño,
derramara por sus surcos el granero
y supiera conformarse cual cristiano
cuando Dios, desde los cielos,
pa probá si eran mu jondas sus querencias,
malograra sus esfuerzos.
Qu'estos hombres qu'al amor de sus terruños
ayuntaron el sentir de sus adrentos,
despreciando la pereza sin descanso
de los hijos poltronaos del dinero,
con la juerte calentura de la gloria
que manó del corazón a sus celebros,
conquistaron pa los reyes de su Patria
los Peruses y los Méjicos;
y llenaron de pintura sus iglesias,
y parlaron su sentir en los Congresos,
y cantaron la belleza de sus campos,
y elevaron sus plegarias a los cielos,
y murieron orgullosos por la causa
de las santas libertades de su pueblo...
Son asina los cachorros de la raza
de castúos labraores extremeños,
que, inorantes de las cencias d'hoy en día,
cavilando tras las yuntas, descurrieron
que los campos de su Patria
y la madre de sus hijos, son lo mesmo.