I
¡Rico, nunca hagas alarde
ante el pobre, de riqueza;
ni tú, pobre, al ver al rico,
maldigas de tu pobreza;
que el rico con sus tesoros
y el pobre con sus miserias,
desnudos, como han nacido,
han de volver a la tierra!
II
No envidies nunca la suerte
del que muy alto se eleva;
cuanto más alta una torre
más pronto se viene a tierra.
El que guardar tiene algo
pasa las noches en vela,
y si se queda dormido,
al menor rumor despierta.
Y aquel que nada tiene,
como de nada recela,
duerme en paz, aun cuando deje
de noche, la puerta abierta.
III
No digas que marchas solo,
porque solo nunca vas:
la muerte marcha delante;
tu sombra marcha detrás.
Y entre tu sombra y la muerte
por la vida pasarás,
hasta que caigas por tierra
para no alzarte jamás.
No te des tanta importancia,
que un soplo empaña un cristal,
y nadie tiene más honra
que la que le quieren dar.
Sé humilde con quien se humilla...
Tanta vuelta el mundo da,
que ante el que se humilla,
puede que te tengas que humillar.
Da limosna al que te pida,
porque pudiera pasar
que al que hoy socorres, mañana
tuvieras que mendigar.