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  Cuentas del Tío Mariano (José María Gabriel y Galán)
 




Cuentas del Tío Mariano

José María Gabriel y Galán (1870-1905)

Araba el tío Mariano

la húmeda tierra gredosa,

y entre la bruma lluviosa

del horizonte lejano,

con cierta noble ansiedad

que a la amargura se junta,

miraba, al volver la yunta,

las torres de la ciudad.

Allí los amos estaban

de aquel pedazo de llano,

ya convertido en pantano

por lluvias que no amainaban.

Y no pensaba el rentero

que el amo estaba al abrigo

del bofetón del hostigo

y el frío del aguacero.

Aspiraciones más parcas

tentaban al viejo charro

mientras hundía en el barro

sus bien calzadas abarcas.

Era un día de febrero

revuelto, lluvioso y frío;

cada camino era un río

y un charco cada sendero.

Bajaban por las quebradas

turbios regatos zumbando,

que iban el hoyo inundando

de hoscas aguas coloradas.

Y era el barbecho un fangal,

y el prado un estanque era,

y una charca la ribera,

los valles un chapatal.

Arrebataba el solano

las gotas del aguacero,

que eran las puntas de acero

de su látigo inhumano.

Iracundos los zagales

bregaban con los corderos

y los cabritos zagueros

hundidos en los fangales.

Y el pobre tío Mariano,

con la anguarina calada,

bajo un brazo la aguijada

y en la mancera una mano,

arando estaba en tal día

por no perder una huebra,

donde diz que el viento quiebra

cosa que él solo diría,

pues en aquella desnuda

tierra llana sin abrigo

le flagelaba el hostigo

la cara con saña cruda.

Y así malamente araba

y echaba el hombre sus cuentas,

las cuentas de aquellas rentas

que por las tierras pagaba.

Bien echadas las tenía,

pero con mal resultado,

y así, terco y porfiado,

las iba haciendo aquel día;

«Las rastras ya no las miento;

hogaño, si pinta el año,

no será ningún extraño

que me arrimase a las ciento.

Se ha derramao en sazón;

la desará fue mu guapa,

y si sigue asín, no escapa

de haber buena granición.»

(Este cálculo lo hacía

con las leves omisiones

de langosta, inundaciones,

de pedriscos y sequía...)

«¡Ahora, tanto pa calzar,

tanto en vestir y en comer...

(Y no hablaba de beber,

porque era hablar... de la mar.)

«Tanto pa contribuciones,

tanto pa renta y simiente...»

Y así fue del remanente

practicando sustracciones.

Y de las ciento supuestas

sustrajo el tío Mariano

tantas fanegas de grano,

que al pasar de ciento éstas,

puso cara de ansiedad,

dijo con pena, mirando

y el cuerpo zarandeando,

las torres de la ciudad:

«Si hogaño fuese allá un día

y el amo bajar quisiera

seis fanegas..., ¡cualisquiera,

cualisquiera me tosía!...»

¡Señor del tío Mariano!:

si acude a ti, sé piadoso,

que harás un hogar dichoso

con seis fanegas de grano.

 

 

 

 

 
 
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