¡Voto a Dios, que me espanta esta grandeza,
y que diera un doblón por describilla!
Porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?
Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh, gran Sevilla,
Roma triunfante en su ánimo y nobleza!
Apostaré que el ánima del muerto
por gozar este sitio hoy ha dejado
la gloria donde vive eternamente.
Esto oyó un valentón, y dijo: "Es cierto
cuando dice voacé, seor soldado:
y el que dijere lo contrario, miente".
Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese..., y no hubo nada.