Coplas a la muerte del maestre de Santiago don Rodrigo Manrique
Jorge Manrique (1440-1478)
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando:
cuán presto se va el placer,
cómo después de acordado
da dolor,
cómo a nuestro parescer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Y pues vemos lo presente
cómo en un punto es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
porque todo ha de pasar
por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Invocación
Dexo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores...
A aquel solo me encomiendo,
aquel solo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo,
el mundo no conoció
su deidad.
Este mundo es el camino
para el otro qu'es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.
Este mundo bueno fue
si bien usásemos dél
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquel
que atendemos.
Y aún el Hijo de Dios,
para subirnos al cielo,
descendió
a nacer acá entre nos
y vivir en este suelo
do murió.
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos;
que en este mundo traidor
aun primero que muramos
las perdemos...
D'ellas deshace la edad,
d'ellas casos desastrados
que acaescen,
d'ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallescen.
Decidme, la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerça corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega el arrabal
de senectud.
Pues la sangre de los godos
el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías e modos
se pierde su gran alteza
en esta vida!
Unos por poco valer,
¡por cuán baxos y abatidos
que los tienen!
Otros que por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.
Los estados y riqueza
que nos dexan a deshora,
¿quién lo duda?
No les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda.
Que bienes son de fortuna
que revuelve con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una,
ni ser estable ni queda
en una cosa.
Pero digo que acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño;
por eso no nos engañen,
pues se va la vida apriesa
como sueño:
y los deleites de acá
son en que nos deleitamos
temporales,
y los tormentos de allá
que por ellos esperamos
eternales.
Los placeres y dulçores
d'esta vida trabajada
que tenemos,
¿qué son sino corredores,
y la muerte es la celada,
en que caemos?
No mirando a nuestro daño
corremos a rienda suelta
sin parar;
des que vemos el engaño
y queremos dar la vuelta
no hay lugar.
Si fuese en nuestro poder
tornar la cara fermosa
corporal,
como podemos hacer
el alma tan gloriosa
angelical,
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos cada hora,
y tan presta,
en componer la cativa,
dexándonos la señora
descompuesta!
Estos reyes poderosos
que vemos por escripturas
ya pasadas,
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte;
que a papas y emperadores
y perlados
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.
Dexemos a los troyanos,
que sus males no los vimos,
ni sus glorias;
dexemos a los romanos,
aunque oímos y leímos
sus historias...
No curemos de saber
lo de aquel siglo pasado
qué fue d'ello;
vengamos a lo de ayer,
que también es olvidado
como aquello.
¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón,
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como truxeron?
Las justas e los torneos,
paramentos, bordaduras
e cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿Qué fueron sino verduras
de las eras?
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel dançar
y aquellas ropas chapadas
que traían?
Pues el otro su heredero,
don Enrique, ¡qué poderes
alcançava!
¡Cuán blanco, cuán alagüero
el mundo con sus placeres
se le daba!
Mas verás cuán enemigo,
cuán contrario, cuán cruel
se le mostró,
habiéndole sido amigo,
¡cuán poco duró con él
lo que le dio!
Las dádivas desmedidas,
los edificios reales
llenos de oro,
las baxillas tan fabridas,
los enriques y rëales
del tesoro;
los jaeces y cavallos
de su gente y atavíos
tan sobrados,
¿dónde iremos a buscallos?
¿Qué fueron sino rocíos
de los prados?
Pues su hermano el inocente,
que en su vida sucesor
se llamó
¡qué corte tan excelente
tuvo y cuánto gran señor
que le siguió!
Mas como fuese mortal,
metiólo la muerte luego
en su fragua...
¡Oh jüicio divinal!
Cuando más ardía el fuego
echaste agua.
Pues aquel gran condestable
maestre que conocimos
tan privado,
no cumple que d'él se hable,
sino sólo que le vimos
degollado.
Sus infinitos tesoros,
sus villas y sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?
¿Qué fueron sino pesares
al dexar?
Pues los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
como reyes,
c'a los grandes y medianos
traxeron tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad
que tan alta fue subida
y ensalçada,
¿qué fue sino claridad
que cuando más encendida
fue amatada?
Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y barones
como vimos tan potentes,
di, muerte, ¿do los escondes
y los pones?
Y sus muy claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruel, te ensañas,
con tu fuerça los atierras
y deshaces.
Las huestes innumerables,
los pendones y estandartes
y banderas,
los castillos impunables,
los muros e baluartes
y barreras,
la cava honda chapada,
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovecha?
Cuando tú vienes airada
todo lo pasas de claro
con tu flecha.
Aquel de buenos abrigo,
amado por virtuoso
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tan famoso
y tan valiente,
sus grandes hechos y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron,
ni los quiero hacer caros,
pues el mundo todo sabe
cuáles fueron.
¡Qué amigo de sus amigos!
¡Qué señor para criados
y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestre de esforçados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Cuán benigno a los subjectos,
y a los bravos y dañosos
un león!
En ventura, Octaviano;
Julio César en vencer
y batallar;
en la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
y trabajar;
en la bondad un Trajano;
Tito en liberalidad
con alegría;
en su braço, un Archidano;
Marco Tulio en la verdad
que prometía.
Antonio Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
del semblante;
Adriano en elocuencia;
Teodosio en humanidad
y buen talante.
Aurelio Alexandre fue
en disciplina y rigor
de la guerra;
un Constantino en la fe;
Gamelio en el gran amor
de su tierra.
No dexó grandes tesoros,
ni alcanzó muchas riquezas
ni baxillas,
mas hizo guerra a los moros,
ganando sus fortalezas
y sus villas;
y en las lides que venció
caballeros y caballos
se prendieron,
y en este oficio ganó
las rentas de los vasallos
que le dieron.
Pues por su honra y estado
en otros tiempos pasados,
¿cómo se hubo?
Quedando desamparado,
con hermanos y criados
se sostuvo.
Después que hechos famosos
hizo en esta dicha guerra
que hacía,
hizo tratos tan honrosos,
que le dieron muy más tierra
que tenía.
Estas sus viejas historias
que con su braço pintó
en la juventud,
con otras nuevas victorias
agora las renovó
en la senectud.
Por su gran habilidad,
por méritos y ancianía
bien gastada
alcançó la dignidad
de la gran caballería
del Espada.
En sus villas e sus tierras
ocupadas de tiranos
las halló,
mas por cercos e por guerras
y por fuerças de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de Portugal,
y en Castilla quien siguió
su partido.
Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero;
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la muerte a llamar
a su puerta.
(Habla la Muerte)
Diciendo: "Buen caballero,
dexad el mundo engañoso
y su halago;
muestre su esfuerço famoso
vuestro coraçón de acero
en este trago;
y pues de vida y salud
hiciste tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que os llama.
No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de fama tan gloriosa
acá dexáis;
aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal
ni verdadera,
mas con todo es muy mejor
que la otra temporal
perecedera.
El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo en oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros.
Y pues vos, claro varón,
tanta sangre derramastes
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganastes
por las manos;
y con esta confiança
y con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperança
que esta otra vida tercera
ganaréis".
(Responde el Maestre)
"No gastemos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara, pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera
es locura".
Oración
Tú que por nuestra maldad
tomaste forma civil
y baxo nombre,
tú que en tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como el hombre;
tú que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia,
me perdona.
Cabo
Así con tal entender
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer,
de hijos y de hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
(el cual la ponga en el cielo
y en su gloria),
y aunque la vida murió,
nos dexó harto consuelo
su memoria.