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  El Piyayo (José Carlos de Luna)
 




El Piyayo

José Carlos de Luna (1890

¿Tú conoces al "Piyayo",

un viejecillo renegro, reseco y chicuelo;

la mirada de gallo

pendenciero

y hocico de raposo

tiñoso...,

que pide limosnas por "tangos"

y maldice cantando "fandangos"

gangosos...?

¡A chufla lo toma la gente,

y a mí me da pena

y me causa un respeto imponente!

Ata a su cuerpo una guitarra,

que chilla como una corneja

y zumba como una chicharra

y tiene arrumacos de vieja

pelleja.

Yo le he visto cantando,

babeando

de rabia y de vino,

bailando

con saltos felinos,

tocando, a zarpazos,

los acordes de un viejo "tangazo":

Y el endeble "Piyayo" jadea,

suda..., y renquea,

y, a sus contorsiones de ardilla,

hace son la sucia calderilla.

¡A chufla lo toma la gente!

A mí me da pena

y me causa un respeto imponente.

Es su extraño arte

su cepo y su cruz,

su vida y su luz,

su tabaco y su aguardentillo...,

y su pan y el de sus nietecillos;

"churumbeles" con greñas de alambre

y panzas de sapo,

que aúllan de hambre

tiritando bajo los harapos;

sin madre que lave su roña;

sin padre que "afane",

porque pena una muerte en Santoña;

sin más sombra que la del abuelo...

¡Poca sombra, porque es tan chicuelo!

En El Altozano

tiene un cuchitril

-¡a las vigas alcanza la mano!-,

y por lumbre y por luz un candil.

Vacía sus alforjas

-que son sus bolsillos-.

Bostezando, los siete chiquillos

se agrupan riendo.

Y, entre carantoñas, les va repartiendo

pan y pescao frito

con la parsimonia de un antiguo rito:

-¡Chavales!

¡Pan de flor de harina!...

Mascarlo despacio.

Mejó pan no se come en palasio.

Y este pescaíto, ¿no es na?

¡Sacao uno a uno del fondo der má!

¡Gloria pura é!

Las espinas se comen tamié,

que tó es alimento...

Así..., despasito.

Muy remascaíto.

¡No yores, Manuela!

Tú no pués, porque no tienes muelas.

¡Es tan chiquitita

mi niña bonita!...

Así despasito.

Muy remascaíto,

migaja a migaja -que dure-,

le van dando fin

a los cinco reales que costó el festín.

Luego, entre guiñapos, durmiendo,

por matar el frío, muy apiñaditos,

la Virgen María contempla al "Piyayo"

riendo.

Y hay un ángel rubio que besa la frente

de cada gitano chiquito.

¡A chufla lo toma la gente!...

¡A mí me da pena

y me causa un respeto imponente!

 

 

 

 

 
 
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