Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635).
Enseñé; no me escucharon.
Escribí; no me leyeron.
Curé mal; no me entendieron.
Maté; no me castigaron.
Ya con morir satisfice.
¡Oh, muerte! Quiero quejarme:
bien pudieras perdonarme
por servicios que te hice.
Luis de Góngora y Argote (1561-1627).
Que el médico laureado
en sus curas salga cierto,
más por los hombres que ha muerto
que no por los que ha sanado;
que de un dolor de costado,
con ventosas y sangrías
despache un hombre en tres días
y que le paguen la cura.
¡Válgame Dios, qué ventura!.
Doctor barbado y cruel,
como si fuera doctora,
cien enfermos a esta hora
se están muriendo por él;
si el grave mortal papel
donde venenos receta
no es taco de su escopeta,
póliza es homicida
que el banco de la otra vida
al septeno vista aceta.
Mataron al señor Villamediana.
Dúdase con cuál arma fuese muerto:
quién dice que fue media partesana;
quién alfanje, de puro corvo tuerto;
quién el golpe atribuye a Durindana,
y en lo horrible tuviéralo por cierto,
a no haber un alcalde averiguado
que le dieron con un doctor Collado.
Que sea Médico más grave
quien más aforismos sabe,
bien puede ser;
mas que no sea más experto
el que más hubiere muerto,
no puede ser.
Francisco de Quevedo (1580-1645).
Pues me hacéis casamentero,
Angela de Mondragón,
escuchad de vuestro esposo
las grandezas y el valor:
El es un médico honrado
por la gracia del Señor,
que tiene muy buenas letras
en el cambio y el bolsón.
Quien os lo pintó cobarde,
no lo conoce y mintió;
que ha muerto más hombres vivos
que mató el Cid Campeador.
En entrando en una casa
tiene tal reputación,
que luego dicen los niños:
"Dios perdone al que murió".
Y, con ser todos mortales,
los médicos pienso yo
que son todos veniales,
comparados al doctor.
Al caminante, en los pueblos,
se le pide información,
temiéndole más que a peste,
de si le conoce o no.
De médicos semejantes
hace el Rey nuestro señor
bombardas en sus castillos,
mosquetes en su escuadrón.
Si a alguno cura y no muere,
piensa que resucitó,
y por milagro le ofrece
la mortaja y el cordón.
Si acaso estando en su casa
oye dar algún clamor,
tomando papel y tinta,
escribe: "Ante mí pasó".
No se le ha muerto ninguno
de los que cura hasta hoy,
porque antes de que se mueran
los mata sin confesión.
De envidia de los verdugos
maldice al corregidor,
que sobre los ahorcados
no le quiere dar pensión.
Piensan que es la muerte, alguno;
otros, viendo su rigor,
le llaman día del juicio,
pues es total perdición.
No come por engordar,
ni por el dulce sabor,
sino por matar la hambre;
que es matar su inclinación.
Por matar, mata las luces,
y si no le alumbra el sol,
como murciélago vive
a la sombra de un rincón.
Su mula, aunque no está muerta,
no penséis que escapó:
que está matada de suerte
que le viene a ser peor.
El que se ve tan famoso
y en tan buena estimación,
atento a vuestra belleza,
se ha enamorado de vos.
No pide le deis más dote
de ver que matéis de amor;
que en matando de algún modo,
para en uno sois los dos.
Casaos con él, y jamás
viuda tendréis pasión;
que nunca la misma muerte
se oyó decir que murió.
Si lo hacéis, a Dios le ruego
que gocéis con bendición;
pero, si no, que nos libre
de conocer al doctor.
Tirso de Molina (1581-1648).
Tuvo un pobre una postema,
dicen que oculta en un lado,
y estaba desesperado
de ver la ignorante flema
con que el doctor le decía:
"En no yéendoos a la mano
en beber, morís, hermano,
porque esa es hidropesía".
Ordenole una receta,
y cuando le llegó a dar
la pluma para firmar,
la mula, que era algo inquieta,
asestóle la herradura
(emplasto diría yo)
en el lado, y reventó
la postema, ya madura;
con que, cesando el dolor,
dijo, mirándola abierta:
"En postemas, más acierta
la mula que no el doctor".
Juan de Iriarte (1702-1771).
Para ablandarte las fauces,
que aflige una tos continua,
el médico te receta
las más suaves medicinas.
Mándate que tomes miel,
tortas de dulce, pastillas,
y todo lo que a los niños
lágrimas y enojos quita.
Pero por eso no cesas
de toser todos los días.
Dime, pues, Partenopeo,
¿Esa es tos, o es golosina?.
Rubén Darío (1867-1916).
¿Pues el médico don Blas,
el de la triste figura,
que mientras más gente cura
la gente se muere más;
por delante y por detrás,
estupendo engañador,
que despacha con primor,
y enfermos hace a los buenos?
De semejantes galenos,
¡líbranos, Señor!