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  La Niña y la Mariposa (Ramón de Campoamor)
 

 

 

 

 

La Niña y la Mariposa

(Al ilustre político Excmo. Sr. D. Francisco Romero Robledo, el mejor de los amigos y el más bueno de los hombres).

Ramón de Campoamor

Va una mariposa bella

volando de rosa en rosa,

y de una en otra afanosa

corre una niña tras ella.

Su curso, alegre y festiva,

sigue con pueril afán,

y con airoso ademán

la mariposa se esquiva.

A veces con loco intento

quiere hacer presa en sus galas,

y, en vez de tocar sus alas,

toca las alas del viento.

Y su empeño duplicando,

cuanto más corre afanosa,

más leda la mariposa

va su inocencia burlando.

La ciñe en rápido giro,

y al ir a cogerla esbelta,

por cada vez que se suelta,

suelta la niña un suspiro.

Mas, sin ceder en su anhelo,

presta una, y la otra ligera,

ni una acorta su carrera,

ni la otra amaina su vuelo.

Y vagan embebecidas,

sin sentir indiferentes

ni el són de las claras fuentes,

ni el de las auras perdidas.

Ni los pájaros que espantan,

entre las ramas divisan,

ni ven las flores que pisan,

ni oyen las aves que cantan.

Y mientras estas cantando

siguen con plácido estruendo,

la niña sigue corriendo,

la mariposa volando.

-Amaina el vuelo sereno,

mariposa,

de quien es albergue el seno

de la rosa.

¿Por qué en tal dulce ocasión

vas sin tino

huyendo así la prisión

de lazo tan peregrino?

Reina de las blandas flores,

sus enojos

no temas, ni los ardores

de sus ojos,

porque ese puro arrebol

que enamora,

si es luciente como el sol,

es tierno como la aurora.

Entre mil palmas no hay talle

más galano,

ni azucena en todo el valle

cual su mano.

No oirás de su voz divina

la dulzura,

ni el ruiseñor que trina,

ni el raudal que murmura.

Aprende el aura a ser leve

de su planta,

y, para formar con nieve

su garganta.

le dió el cisne el atavío

de su pluma,

lumbre la aurora, y el río

su plata, cristal y espuma.

-No sigas más la inconstante

mariposa,

enamorada y errante

niña hermosa,

que al fin vendrá a ser cautiva

de tu llama,

si aun amorosa, aunque esquiva,

la luz de los cielos ama.

Y aunque aspira de mil flores

la fragancia,

no imites en tus amores

su inconstancia;

que al fin de tanto vagar,

suele, hermosa,

entre las flores hallar

la yerba más venenosa.

Imita sólo su vuelo,

pues serena,

jamás, niña toca el cielo,

ni la arena.

Quien se humilla o sin razón

subir quiere,

muere a manos de un halcón

si a las de un áspid no muere.

Mas ¡ay! que vas en pos de ella

vagarosa,

sin escuchar mi querella,

niña hermosa.

Sigues con presteza tanta

tu contento,

que así encomiendas tu planta,

como mi súplica, al viento.-

Y en tan inocente afán,

como su gusto entretienen,

así vagabundas vienen,

y así vagabundas van.

A veces en su embeleso

la mariposa, al pasar,

suele fugaz estampar

sobre su mejilla un beso.

Y rauda su vuelo alzando,

la niña de angel blasona,

al trazar una corona

sobre su frente girando.

Y siguen acordemente

la mariposa en sus giros,

la niña con sus suspiros,

con sus rumores la fuente.

Vagan los aires süaves

formando dobles acentos,

y al grato son de los vientos,

siguen cantando las aves.

Y entre tanta melodía,

tanta corriente murmura,

que es todo el aire frescura,

aroma, luz y armonía.

Y susurrando congojas

prosiguen mintiendo quejas,

en el pensil las abejas,

y en la enramada las hojas.

Y tiernas flores hollando,

y frescas auras batiendo,

la niña sigue corriendo,

la mariposa volando.

 

 

 
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