Estando Diego Corrientes
con el caballo cansado,
su hembra en el pensamiento,
con el trabuco en la mano:
"Sígueme, Luis Candelas,
sígueme por mis pasos,
que vamos a la serranía
con el trabuco en la mano.
¿Dónde está José María,
José María, El Tempranillo?
Francisco Ríos Pernales,
que venga con el Vivillo.
Vamos a los cortijos,
vamos todos sin parar,
a esa gente egoísta,
que come sin trabajar,
a costa de los obreros
que los quieren maltratar".
Francisco Ríos Pernales
está loquito de alegría,
porque había dado a luz,
la su amante una chiquilla.
Días antes de su muerte,
en sus brazos la tenía:
"Hija de mi alma,
ven aquí, conmigo,
que por ser yo un bandolero,
que tú a la España
sin rumbo has venido;
pero no te apures, nena,
que este oficio dejaré;
allí afuera de España,
trabajaré.
Soy joven todavía,
puedo trabajar,
pa darle a mi hija
un piazo de pan".
¿Qué dices tú, Concha?
-decía llorando;
¿qué tal te parece
lo que estoy pensando?
-Lo que piensas está bien,
Francisquito de mi vida;
pero, ¿no piensas en irte,
que ya va siendo de día?
-Tienes razón; ya me voy,
es que ya no me acordaba,
que soy aquel bandolero
que andan buscando
por toda España.
Queda con Dios, hija mía,
y hasta otro día
Concha del alma.
Montado en su caballo
iba el Pernales un día,
se encontró con un barbero,
que de un cortijo venía.
Como sabía que andaba
por aquel campo
el llamado "Pernales"
con otros cuatro;
al ver aquel que venía
a caballo y con el rifle,
pensó que le robaría.
Ocho duros llevaba,
los que sacó
el pobre raspabarbas,
y al bandolero
se lo entregó.
Entonces -dice el "Pernales":
Quédese usted ese dinero,
que yo no soy un ladrón
para robar a ningún barbero.,
que sólo robo al que tiene
muchas pesetas y es usurero.
En un cortijo que existe
muy cerquita de Puente Genil,
llega una noche el "Pernales"
para descansar allí.
Y sin llamar a la puerta,
al momento la hizo abrir.
-A la paz de Dios, abuelita,
hasta aquí he llegado.
A la vez que la anciana
a sus mismos pies caía llorando.
No llore usted, abuelita,
soy el "Pernales";
no hago más que robar,
no mato a nadie.
-Robarme a mí, señor,
¿cómo puede ser?
No tengo dinero,
lo puede usted ver.
El amo de esta casa
un día me echa
por no tener dinero
para pagar la renta.
-El amo de este cortijo,
dígame pronto quién es.
-Es don Rafael Carmona.
-Pues pronto lo arreglaré.
Lo que tengo es apetito,
y yo quisiera cenar.
-Eso lo puede usted hacer,
porque la tengo ya prepará.
Y al acabar de cenar,
aquel célebre bandido
le decía a la ancianita:
Vaya con Dios, me retiro.
Mañana al amanecer
paso a darle un recadito.
Parando el caballo
en frente un hotel
vio pasear
a don Rafael.
Con el revólver en mano,
le dice Francisco Ríos:
Deme quinientas pesetas
o le pego cuatro tiros.
Don Rafael, asustado,
al momento se las dio;
las mismas que al otro día,
antes de salir el sol,
se las entregó a la anciana
para salvarle esa situación.
Por una estrecha vereda
paseaba un día.
se encontró con un anciano,
que iba montado en su borriquilla.
-Dónde va usted abuelete
-le preguntó.
Y el abuelo seguía
su dirección.
Apéese pronto
de la borriquilla;
no me deje solo,
me haga compañía;
espero un compañero,
que pronto vendrá,
y en cuanto que venga,
puede usted marchar.
Saltó el viejo de la burra
con muchísima energía,
con una navaja abierta;
y el "Pernales" se reía.
Es usted un viejo valiente;
pero ahora le hablo yo en serio:
Está usted con el "Pernales",
que de los pobres no quie dinero,
que sólo roba al que tiene
muchas pesetas y es usurero.
El 31 de agosto
será un día muy memorable.
Tuvo lugar en la sierra
un curioso desenlace.
Y en los campos de Alcaraz,
que es provincia de Albacete,
será un día desgraciado y de mala suerte
para el pobre "Pernales",
porque aquel día se halló la muerte.
Su pobre madre llora
con gran dolor
y maldice la suerte
del leñador.
¡Qué hombre tan malvado,
qué mal corazón
tendría aquel hombre,
que lo delató!
Era un campesino,
que cortando leña
se hallaba aquel día
cerca de la sierra.
Se le acercan dos jinetes,
preguntándole en seguida,
por el camino más cerca,
que a la sierra conducía.
El leñador muy amable,
al camino les guió,
dándole un cigarro puro
y cinco pesetas por el favor,
diciéndole, soy "Pernales",
y hasta otro día, ¡quede con Dios!
Y de corazón infame
y de muy mala intención,
marchó el leñador al pueblo
y al "Pernales" delató,
diciéndole iba con otro,
que su nombre no le dio.
Al momento tres parejas,
que había en el puesto,
al mando de un teniente,
los siete guardias marchan corriendo.
Se internaron en la sierra,
con valentía,
sin mirar que su vida,
peligro corría.
Y al poquito rato
de haber caminado,
ven a dos jinetes
cerca descansando.
Al punto creía
la Guardia Civil,
que eran cazadores
los que había allí.
Cuando ven a la Pareja,
aquellos dos bandoleros
echaron mano a los rifles
y empezaron a hacer fuego.
Al punto un Guardia Civil
cayó gravemente herido;
y al verle los compañeros
que eran valientes y decididos,
hicieron una descarga
y dieron la muerte a los dos bandidos.
En la provincia Albacete,
En la sierra de Alcaraz
Mataron al Pernales,
También al Niño del Arahal.