Los Ojos del Huerfanito
Marciano Zurita (1889-1929)
Más que sus pálidas carnes,
ateridas por el frío,
me causan honda amargura
los ojos del huerfanito.
Son unos ojos azules
luminosos y tranquilos,
con inquietud de luceros
y solemnidad de cirios;
ojos llenos de sonrisas
y llenos de regocijo,
como hechos para las cumbres
y no para los abismos;
para ser aurora, no
crepúsculos vespertinos.
Menos los ojos, todo es
muy triste en el pobre niño,
tristes son las manos blancas,
sus blancas manos de lino,
que no acariciaron nunca,
con sus rosados deditos
el misterio de un juguete
ni las páginas de un libro;
tristes sus labios, que nunca
gustaron, agradecidos,
ni besos como los hombres
ni dulces como los niños;
y su frente, donde nadie
puso ternuras y mimos,
y su corazón, que dentro
de su pecho es como un nido
donde jamás gorjeara
el ruiseñor del cariño.
¿Por qué, pues, si todo es triste
en el pobre huerfanito,
sus grandes ojos azules
luminosos y tranquilos
están llenos de sonrisas
y llenos de regocijo?
¡Ay, cuánta pena me causan
los ojos del huerfanito!