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  La Nacencia (Luis Chamizo)
 




La Nacencia

Luis Chamizo (1897-1944)

I

Bruñó los recios nubarrones pardos

la lus del sol que s'agachó en su cerro,

y las artas cogollas de los árboles

d'un coló de naranjas se tiñeron.

A bocanás el aire nos traía

los ruíos d'allá lejos

y el toque d'oración de las campanas

de l'iglesia del pueblo.

íbamos dambos juntos, en la burra,

por el camino nuevo;

mi mujé, mu malita,

suspirando y gimiendo.

Bandás de gorriatos montesinos

volaban, chirriando, por el cielo,

y volaban pal sol, qu'en los canchales

daba relumbres d'espejuelos.

Los grillos y las ranas

cantaban a lo lejos,

y cantaban también los colorines

sobre las jaras y los brezos;

y roando, roando, de las sierras

llegaba el dolondón de los cencerros.

¡Qué tarde más bonita!

¡Qu'anochecer más güeno!

¡Qué tarde más alegre

si juéramos contentos!...

No pué ser más -me ijo-; vaite, vaite

con la burra al pueblo,

y güérvete de prisa con l'agüela,

la comadre o el méico.

Y bajó de la burra poco a poco,

s'arrellenó en el suelo,

juntó las manos y miró p'arriba

pa los bruñíos nubarrones recios.

¡Dirme, dejagla sola,

dejagla yo a ella sola com'un perro,

en metá de la jesa,

una legua del pueblo...

Eso no! De la rama

d'arriba d'un guapero,

con sus ojos reondos

me miraba un mochuelo;

un mochuelo con ojos vedriaos

como los ojos de los muertos...

¡No tengo juerzas para dejagla sola;

pero yo de qué sirvo si me queo!

La burra, que roía los tomillos

floridos del lindero,

careaba las moscas con el rabo;

y dejaba el careo,

levantaba el jocico, me miraba

y seguía royendo.

¡Qué pensará la burra,

si es que tienen las burras pensamientos!

Me juí junt'a mi Juana,

me jinqué de rodillas en el suelo,

jice po recordá las oraciones

que m'enseñaron cuando nuevo.

No tenía pacencia

p'hacé memoria de los rezos...

¡Quién podrá socorregla si me voy!

¡Quién va po la comadre si me queo!

Aturdío del tó golví los ojos

pa los ojos reondos del mochuelo;

y aquellos ojos verdes,

tan grandes, tan abiertos,

qu'otras veces a mí me dieron risa,

hora me daban mieo.

¡Qué mirarán tan fijos

los ojos del mochuelo!

No cantaban las ranas,

los grillos no cantaban a lo lejos,

las bocanás del aire s'aplacaron,

s'asomaron la luna y el lucero,

no llegaba, roando, de las sierras

el dolondón de los cencerros...

¡Daba tanta quietú mucha congoja!

¡Daba yo no sé qué tanto silencio!

M'arrimé más pa ella:

l'abrasaba el aliento,

le temblaban las manos,

tiritaba su cuerpo...

Y a la lus de la luna eran sus ojos

más grandes y más negros.

Yo sentí que los míos chorreaban

lagrimones de fuego.

Uno cayó roando,

y, prendío d'un pelo,

en metá de su frente

se queó reluciendo.

¡Qué bonita y qué güena:

quién pudiera ser méico!

Señó: Tú que lo sabes

lo mucho que la quiero,

Tú que sabes qu'estamos bien casaos;

Señó, Tú qu'eres güeno;

Tú que jaces que broten las simientes

qu'echamos en el suelo;

Tú que jaces que granen las espigas

cuando llega su tiempo;

Tú que jaces que paran las ovejas,

sin comadres ni méicos...

¿Por qué, Señó, se va a morí mi Juana,

con lo que yo la quiero,

siendo yo tan honrao

y siendo Tú tan güeno...

¡Ay!, qué noche más larga

de tanto sufrimiento;

qué cosas pasarían

que decilas no pueo!

Jizo Dios un milagro;

¡no podía por menos!

II

Toíto lleno de tierra

le levanté del suelo;

le miré mu despacio, mu despacio,

con una miaja de respeto.

Era un hijo, ¡mi hijo!,

hijo de dambos, hijo nuestro...

Ella me le pedía

con los brazos abiertos.

¡Qué bonita qu'estaba

llorando y sonriendo!

Venía clareando;

s'oían a lo lejos

las risotás de los pastores

y el dolondón de los cencerros.

Besé a la madre y le quité mi hijo;

salí con él corriendo,

y en un regacho d'agua clara

le lavé tó su cuerpo.

Me sentí más honrao,

más cristiano, más güeno,

bautizando a mi hijo como el cura

bautiza a los muchachos en el pueblo.

Tié que ser campusino,

tié que ser de los nuestros,

que por algo nació baj'una encina

del caminito nuevo.

Icen que la nacencia es una cosa

que miran los señores en el pueblo:

pos pa mí que mi hijo

la tié mejor que ellos,

que Dios jizo en persona con mi Juana

de comadre y de méico.

Asina que nació besó la tierra,

que, agraecía, se pegó a su cuerpo;

y jué la mesma luna

quien le pagó aquel beso...

¡Qué saben d'estas cosas

los señores aquellos!

Dos salimos del chozo;

tres golvimos al pueblo.

Jizo Dios un milagro en el camino:

¡no podía por menos!

 

 

 

 
 
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