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  Los Relojes del Rey Carlos (Ramón de Campoamor)
 

 

 

Los Relojes del Rey Carlos

Ramón de Campoamor (1817-1901)

Carlos Quinto el esforzado

se encuentra asaz divertido

de cien relojes rodeado,

cuando va, en Yuste olvidado,

hacia el reino del olvido.

Los ve delante y detrás

con ojos de encanto llenos,

y les hace ir a compás

ni un minuto más ni menos,

ni instante menos ni más.

Si un reloj se adelantaba,

el imperial relojero

con avidez lo paraba,

y al retrasarlo exclamaba:

"¡Más despacio, majadero!"

Si otro se atrasa un instante,

va, lo coge, lo revisa,

y aligerando el volante,

grita: "¡Adelante, adelante, majadero, más aprisa!"

Y entrando un día, "¿Qué tal?"

le preguntó el confesor.

Y el relojero imperial

dijo: "yo ando bien, señor;

pero mis relojes mal."

"Recibid mi parabién"

siguió el noble confidente;

"mas yo creo que también

si ellos andan malamente,

vos, señor, no andáis muy bien.

"¿No fuera una ocupación

más digna, unir con paciencia

otros relojes, que son,

el primero el corazón,

y el segundo la conciencia?"

Dudó el rey cortos momentos,

mas pudo al fin responder:

"¡Sí! más o menos sangrientos,

sólo son remordimientos

todas mis dichas de ayer."

"Yo que agoto la paciencia

en tan necia ocupación,

nunca pensé en mi existencia

en poner el corazón

de acuerdo con la conciencia."

Y cuando esto profería,

con su «tic-tac» lastimero

cada reloj que allí había,

parece que le decía

"¡Majadero! ¡Majadero!"

"¡Necio!" prosiguió, "al deber

debí unir mi sentimiento,

después, si no antes, de ver

que es una carga el poder,

la gloria un remordimiento."

Y los relojes sin duelo

tirando de diez en diez,

tuvo por fin el consuelo

de ponerlos contra el suelo

de acuerdo una sola vez.

Y añadió: "Tenéis razón:

empleando mi paciencia

en más santa ocupación,

desde hoy pondré el corazón

de acuerdo con la conciencia."

 

 

 

 

 
 
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