¿Que si sufrí con la rima, me dices,
al perpetrar la suerte del soneto?
Te lo confieso, no es ningún secreto:
tal que el más lerdo de los aprendices.
Antes del tercer verso ya maldices
y aún no tienes un mísero cuarteto;
las palabras te pierden el respeto
y huyen, las muy hijas de... meretrices.
¿Pero acaso tiene algo de extraño
este penar, este desesperarte
ya en los versos nones como en los pares?
Ni te menosprecies ni sufras daño,
que a veces las rimas, más que arte,
son sólo simples juegos malabares.