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  La Pluma, la Mano y la Cabeza (Manuel del Palacio)
 

 

 

La pluma, la mano y la cabeza

Manuel del Palacio

No recuerdo en qué lugar,

a qué fin ni en qué sazón,

se hallaron en un rincón,

reunidas al azar,

una pluma muy usada,

por el tiempo ennegrecida,

una mano desprendida

y una cabeza cortada.

Comprarlas quiso un inglés;

a verlas se aproximó

y sorprendido quedó

oyendo hablar a las tres.

En su cartera apuntando

fué sus frases, una a una,

cartera que, el tiempo andando,

a mí llegó por fortuna

sin saber cómo ni cuándo.

LA PLUMA

Olvidada duermo aquí,

pero aunque en el polvo estoy,

no me quita lo que soy

la gloria de lo que fui.

Yo la Historia enriquecí;

los misterios aclaré;

las luces multipliqué,

y de la nada> en lo obscuro,

brotaron a mi conjuro

amor, entusiasmo y fe.

LA MANO

Mucho te enorgulleciste

y yo tu poder no acato,

pues sólo de mi mandato

dócil instrumento fuiste.

Para obedecer naciste

y de mí marchaste en pos.

¿Cuál vale más de las dos?

¿Cuál debe ser más sagrada?

¿La pluma, por mí guiada,

o yo, movida por Dios?

LA CABEZA

Callad; vuestro orgullo vano

yo desharé como espuma,

¿qué fuera sin mí la pluma?

¿qué sin mí fuera la mano?

Sin el soplo soberano

del genio que alienta en mí,

¿a qué vinierais aquí?;

¿disfrutaríais, ni aun de lejos,

de la gloria los reflejos

ni la ventura que os di?

EL INGLÉS

Dice la cabeza bien

y sus razones son graves,

que plumas tienen las aves

y manos el cerdo también.

Pero cabeza en que,

ardiente, brille del ingenio el sol,

¿quién la tiene? ¿mucha gente?

los ingleses solamente

y acaso algún español.

Lector, quien quiera que seas:

de cuantas cabezas veas

pocas hallarás vacías;

pero diez tienen ideas,

y noventa, tonterías.

 

 

 

 
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