Actas Contra Sor Benedetta Por Lesbianismo (1623)
Texto encontrado por la investigadora Judith C. Brown a mediados de los años ochenta en el Archivo de Estado de Florencia.
La protagonista, Benedetta Carlini (1590-1661), ingresó a los nueve años en el convento de las teatinas de Pescia. Hacia 1612 comenzó a experimentar sus visiones y trances místicos, que fueron creídos por todo el convento y que le concedieron un prestigio que la llevó a ser elegida abadesa de la comunidad siete años más tarde.
El texto es uno de los últimos informes que se presentaron al proceso.
Casi todas las monjas dicen que durante todo el año que fue abadesa se pasaba los días en la verja hablando y riendo con un cura, lo que causó gran escándalo y sorpresa entre los laicos y las monjas. Y con este propósito a menudo abandonaba los servicios vespertinos. Una de las monjas añade que durante el invierno la vio en la pequeña ventana de la comunión con ese cura hasta las tres de la madrugada por lo menos dos o tres veces a la semana y se cogían y se besaban las manos. Y había hecho lo mismo en la puerta del convento, mientras ella estaba de pie y él de rodillas. Otra monja confirma haberlos visto en la pequeña ventana tres o cuatro veces. Y fue vista por una monja varias veces con otro cura en la misma ventana. Una vez, cuando esta monja estuvo allí a la fuerza mientras Benedetta fue a un recado, ese cura le pidió que sacase su mano y cuando se negó, quiso meter la suya, pero ella le cerró la ventana justo a tiempo. Otra monja declara que en otra ocasión el primer cura subió al altar y, a través de la verja abierta que sirve para ver la elevación del sagrado sacramento, espió el coro para ver quién había allí. Esta monja cerró la verja en sus narices...
Durante dos años seguidos, dos o tres veces a la semana, por la noche, después de desnudarse y meterse en la cama esperando a que su compañera que la atendía también se desnudara, la forzaba en la cama besándola como si fuera un hombre y tanto se agitaba sobre ella que ambas se corrompían. La retenía así una, dos, y hasta tres horas. Y [hizo estas cosas] durante las horas más solemnes, especialmente por la mañana al amanecer. La llamaba pretendiendo necesitarla y tomándola por la fuerza pecaba con ella como hemos dicho antes. Benedetta, para procurarse mayor placer ponía su cara en los pechos de la otra y los besaba y siempre quería hacerle esto. Y seis u ocho veces, cuando la otra monja no quería dormir con ella para evitar el pecado, Benedetta iba a buscarla a su cama y colocándose sobre ella pecaba con ella por la fuerza. También en ese tiempo, durante el día, pretendiendo estar enferma y aparentando alguna necesidad, cogía por la fuerza la mano de su compañera y colocándosela debajo le hacía meter el dedo en sus partes naturales y manteniéndolo así, se agitaba tanto que se corrompía. Y la besaba y también metía por la fuerza su mano bajo ella y el dedo en las partes naturales y le hacía corromperse. Y cuando la otra huía, ella se hacía lo mismo con sus propias manos. Muchas veces encerraba a su compañera en el estudio y sentándola frente a ella por la fuerza, le metía las manos debajo y la corrompía; quería que su compañera le hiciera lo mismo y mientras hacía esto, la besaba. Ella siempre parecía estar en trance cuando hacía estas cosas. Su ángel Splenditello hizo estas cosas, apareciéndose como un niño de ocho o nueve años. Este ángel Splenditello a través de la boca y las manos de Benedetta, enseñó a su compañera a leer y a escribir, colocándola cerca de ella en sus rodillas y besándola y poniendo las manos en sus pechos. Y la primera vez le hizo aprender las letras sin olvidarlas; y después le hizo leer una página entera; el segundo día le hizo coger el pequeño libro de la Madonna y leer las palabras; y otros dos ángeles de Benedetta escuchaban las lecciones y la veían escribir.
Este Splenditello la llamaba su amada (innamorata); le pidió que le prometiera ser su amada siempre y le prometió que después de la muerte de Benedetta estaría siempre con ella y se haría visible para ella. Le dijo: quiero que me prometas no confesar estas cosas que hacemos juntos, te aseguro que no hay pecado en ellas; y mientras hacían estas cosas él le decía muchas veces: entrégate a mí por entero, en cuerpo y alma y luego déjame hacer a mí y te daré todo el placer que desees. Otras veces le decía que si yo fuera un hombre y siempre le hacía nuevas promesas.
El mismo ángel se las arregló para que ni Benedetta ni su compañera hicieran los habituales ejercicios (espirituales) que las monjas hacían antes de la confesión general. Él hacía la señal de la cruz sobre el cuerpo de su compañera tras haber cometido muchos actos vergonzosos con ella; [él también dijo] muchas palabras que no podía comprender y cuando le preguntaba por qué hacia esto, él le decía que por su propio bien. Jesús habló a su compañera [a través de Benedetta] tres veces; dos, antes de hacer estas cosas deshonestas. La primera vez le dijo que quería que fuera su esposa y que le gustaría que le diese la mano; y ella lo hizo pensando que era Jesús. La segunda vez fue en el coro a las catorce horas, cogiendo sus manos entre las suyas y diciendo que perdonaba todos sus pecados. La tercera vez fue después de estar preocupada por estas cosas y le dijo que no era pecado ninguno y que Benedetta al hacerlas no era consciente de ellas. Su compañera confesó todos estos actos con gran vergüenza.
Benedetta es la más limpia de todas las monjas, hasta tal punto que no sólo las monjas sino también los seglares están atónitos, pues san Francisco, santa Catalina de Siena y otros santos fueron despreciativos con la limpieza. Y mientras estaba en éxtasis, su ángel la excusó en este relato diciendo que esos otros santos no habían tenido los guardianes que ella tenía.
Judith C. Brown: Afectos vergonzosos. Sor Benedetta: Entre santa y lesbiana. Barcelona, Crítica, 1989. Traducción de Teresa Camprodón.