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  Confesiones de Uno de Antes...Ž(Ángel Martín-Blas)
 

 

 

Confesiones de uno de Antes...

Ángel Martín-Blas

Se acabó el de "Inmaculada"

y el de "Mosquete" nació.

Del cambio que aquí ocurrió

es esta historia narrada.

Si es mentira, una puñada

que me den. Si así pasó,

como así lo afirmo yo,

un aplauso. (¡Bien...! ¡De nada!)

Se derrumbó la frontera

que separaba dos bandos

y en la que a muchos pelando

pavas cuidadores vieran...

Hoy las niñas quinceañeras

pelan pavos, siempre y cuando

que lo quieren, demostrando

que el ayuno da dentera.

Al bote ese gran invento

que tanto furor creaba

en el "patio inglés" jugaba

hasta el último elemento...

Su olvido y su fin lamento,

pues lo obsoleto se acaba.

(Un amigo me contaba

que el juego de ahora es el cuento.)

Hacer en clase novillos

o no ir al radiador...

no era siempre lo peor

para fumarse un pitillo

y, si sobraba un ratillo,

para olvidar un dolor,

no había cosa mejor

que el "Paseo los Castillos".

La bota común, la pana

y hasta el rezo en la Capilla

resultaban maravilla

en aquella gente sana.

Y eran gloria soberana

las raciones de tortilla

y el mordisco a la chiquilla...

¡¡¡Se tenían unas ganas...!!!

Unos las pasaron duras

por hablar (¡contestatarios!)

o por decir: "¡Los rosarios

son asuntos de los curas."

Cambiaron las estructuras

y el rezo, que era diario,

se quedó en un relicario

y cavó su sepultura.

En asuntos de amoríos

era todo un gran pecado

y del que era algo lanzado

condenaban desvaríos.

¿Te metías en un lío...?

Pues, del cura condenado.

Por intentar lo vedado,

al infierno era el desvío.

Si a la calle se salía,

el Arteaga controlaba

y, si acaso alguien ligaba,

ese "pater" lo sabía.

No digo lo que decía

cuando a su oído llegaba

algún lío: se enteraba

hasta el último que había.

Si una monja te cazaba

con las manos en la masa,

ni de broncas ni de guasas

ni de sustos te librabas;

y, al final, te condenabas

a decirlo hasta en tu casa.

Eso ahora ya no pasa.

¡Eran otros que mandaban!

De la carne la impaciencia

nunca fuera voluntaria.

Aunque el hambre era diaria,

era mayor la abstinencia.

Y se actuaba con ciencia:

para no tener malaria,

las acciones solitarias

olvidaban las conciencias.

El sexo en aquellas gentes

era pecado horroroso.

Si ayunabas..., un mocoso.

Si pecabas..., indecente.

Meneáticos patentes

eran muchos. Y era soso

el que no caía al foso

en cascadas muy frecuentes.

Ya no hay canal, ni patera

con su "Seño" por guardiana;

ni quedaron ya más ganas

de granjas perecederas.

Hoy se buscan las maneras

y se hacen filigranas,

para que currar con ganas

sea asunto de quimera.

Por aquellas estructuras

pasaron generaciones

de alumnos que, en ocasiones,

las pasaron algo duras.

Si gozaron de maduras,

fue a costa de oraciones

o de algunos pescozones

de algún asturiano cura.

Ya no hay bote, ni frontera,

ni granja, ni otras cuestiones.

Son otras generaciones,

otros tiempos, otras eras...

Unos vieron las maneras

de subir los escalones.

Otros tuvieron razones

de quedarse en la escalera.

Hoy aquello recordamos,

y sabemos que fue cierto.

Y, aunque todo está ya muerto,

en el alma lo guardamos.

La juventud ya pasamos

y en ella fuimos expertos,

pues, si no fuimos al huerto,

fue porque no nos dejamos.

 

 

Sobre aquellos gloriosos años del Colegio de La Inmaculada concepción de la once DE Madrid

(Leído el 21 de junio de 2008)

 

 
 
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