Se acabó el de "Inmaculada"
y el de "Mosquete" nació.
Del cambio que aquí ocurrió
es esta historia narrada.
Si es mentira, una puñada
que me den. Si así pasó,
como así lo afirmo yo,
un aplauso. (¡Bien...! ¡De nada!)
Se derrumbó la frontera
que separaba dos bandos
y en la que a muchos pelando
pavas cuidadores vieran...
Hoy las niñas quinceañeras
pelan pavos, siempre y cuando
que lo quieren, demostrando
que el ayuno da dentera.
Al bote ese gran invento
que tanto furor creaba
en el "patio inglés" jugaba
hasta el último elemento...
Su olvido y su fin lamento,
pues lo obsoleto se acaba.
(Un amigo me contaba
que el juego de ahora es el cuento.)
Hacer en clase novillos
o no ir al radiador...
no era siempre lo peor
para fumarse un pitillo
y, si sobraba un ratillo,
para olvidar un dolor,
no había cosa mejor
que el "Paseo los Castillos".
La bota común, la pana
y hasta el rezo en la Capilla
resultaban maravilla
en aquella gente sana.
Y eran gloria soberana
las raciones de tortilla
y el mordisco a la chiquilla...
¡¡¡Se tenían unas ganas...!!!
Unos las pasaron duras
por hablar (¡contestatarios!)
o por decir: "¡Los rosarios
son asuntos de los curas."
Cambiaron las estructuras
y el rezo, que era diario,
se quedó en un relicario
y cavó su sepultura.
En asuntos de amoríos
era todo un gran pecado
y del que era algo lanzado
condenaban desvaríos.
¿Te metías en un lío...?
Pues, del cura condenado.
Por intentar lo vedado,
al infierno era el desvío.
Si a la calle se salía,
el Arteaga controlaba
y, si acaso alguien ligaba,
ese "pater" lo sabía.
No digo lo que decía
cuando a su oído llegaba
algún lío: se enteraba
hasta el último que había.
Si una monja te cazaba
con las manos en la masa,
ni de broncas ni de guasas
ni de sustos te librabas;
y, al final, te condenabas
a decirlo hasta en tu casa.
Eso ahora ya no pasa.
¡Eran otros que mandaban!
De la carne la impaciencia
nunca fuera voluntaria.
Aunque el hambre era diaria,
era mayor la abstinencia.
Y se actuaba con ciencia:
para no tener malaria,
las acciones solitarias
olvidaban las conciencias.
El sexo en aquellas gentes
era pecado horroroso.
Si ayunabas..., un mocoso.
Si pecabas..., indecente.
Meneáticos patentes
eran muchos. Y era soso
el que no caía al foso
en cascadas muy frecuentes.
Ya no hay canal, ni patera
con su "Seño" por guardiana;
ni quedaron ya más ganas
de granjas perecederas.
Hoy se buscan las maneras
y se hacen filigranas,
para que currar con ganas
sea asunto de quimera.
Por aquellas estructuras
pasaron generaciones
de alumnos que, en ocasiones,
las pasaron algo duras.
Si gozaron de maduras,
fue a costa de oraciones
o de algunos pescozones
de algún asturiano cura.
Ya no hay bote, ni frontera,
ni granja, ni otras cuestiones.
Son otras generaciones,
otros tiempos, otras eras...
Unos vieron las maneras
de subir los escalones.
Otros tuvieron razones
de quedarse en la escalera.
Hoy aquello recordamos,
y sabemos que fue cierto.
Y, aunque todo está ya muerto,
en el alma lo guardamos.
La juventud ya pasamos
y en ella fuimos expertos,
pues, si no fuimos al huerto,
fue porque no nos dejamos.
Sobre aquellos gloriosos años del Colegio de La Inmaculada concepción de la once DE Madrid
(Leído el 21 de junio de 2008)