He leído por ahí lo que es la biotecnología. No, no es un detergente, sino una ciencia que toquetea esas cosas tan pequeñas que tenemos nadando por nuestro cuerpo y que se llaman genes. Y ¿para qué? -preguntará usted que siempre ha sido tan púdico para sus intimidades-. ¡Ah, querido amigo! Para conseguir unos adelantos realmente increíbles. Por ejemplo: ¿Le gusta el tomate? ¿Se imagina lo que podría ser un tomatazo del tamaño de un melón abierto por la mitad y con su chispita de sal? Pues esa gloria de la naturaleza, con la que se está relamiendo, podría salir de un laboratorio. Y éste es sólo un ejemplo un poco tonto, porque existen otras cosas mucho más prácticas que ya se han logrado gracias a esos científicos que andan revolviéndolo todo.
¿Que en su región los insectos se le comen las plantaciones y no encuentra insecticida ni rogativa que le libre? No se preocupe. La ciencia ha inventado en un tubito de metal un vegetal que se zampa los bichos: mire por dónde qué ironía. O a lo mejor lo que le preocupa es que de noche alguno, con una copita de más, le atraviese el huerto y le pisotee los pepinos. Sólo tiene que pedirlo, y le enviarán unas plantas que son mitad luciérnaga y alumbran tanto que hasta puede cenar a la luz de sus hojas. Pero es que, además, esto de coger un gen y cambiarlo hasta conseguir otra cosa, puede ser estupendo para el futuro de la humanidad. ¡Podría inventarse algo que remediara el hambre en el mundo o que sirviera para mejorar la salud!
Se sabe que con buena mano, los huevos de las gallinas se pueden convertir en auténticos envases de la hormona del crecimiento. ¡Ay si lo hubiera pillado en su juventud...! Otro gallo le cantara y ahora sería más alto que su mujer. Claro, que siempre hay quien protesta por todo, y dice que la biotecnología es un peligro, porque se están destrozando especies naturales y en su lugar se crean otras manipuladas y raras, aunque sean más productivas. Sin contar -dicen los detractores- con que siempre habría algún científico siniestro, que a pesar de las prohibiciones, se pusiera a experimentar con seres humanos. Hombre, no hay que exagerar. Sí, es verdad que ya se están tratando genes de personas, pero se les introduce a las cabras, y no al revés. Así, la leche que están dando es muy rica en factores coagulantes de la sangre, imprescindible para el tratamiento de los hemofílicos. Sí, he dicho bien: genes humanos en cabras, que quede claro, que luego hay mal pensados y sensacionalistas que acosan a los científicos de no hacer las cosas bieeeeeeeeeen.
Transcripción: CAV