Pregón
Voy a relatar, señores
la historia más depravada
y a la vez más loca,
acaecida en España,
cuando aun la morisca grey
reinaba sobre Granada.
Escuchen los seis romances
que tal historia cantan,
para ejemplo de mujeres
y para hombres enseñanza.
Y aquel que no la creyere
¡que a tomar por culo vaya!
Romance Primero
En la falda de la Sierra
del nevado Guadarrama
entre riscos y pinares
y tomilleras y zarzas,
el año mil cuatrocientos
de nuestra era cristiana,
se alzaba altivo el castillo
de Don Pero de Pollacasta
y Manso de los Cambrones,
señor de aquella comarca.
Este Don Pero casóse
con una tal doña Urraca,
que dicen que era tan cachonda,
y a la lascivia tan dada
que ni respetaba sexos,
ni edad, ni rango, ni fama,
pues igual echaba un polvo
con un capitán de armas,
que se la mamaba a un fraile,
que por el culo tomaba
de algún peregrino
que en la noche se extraviara
o hacía un sesenta y nueve,
o a un pastor se la cascaba...
Su culo, mano y boca
jamás reposo tomaban
y cuando en otra persona
su furor no se saciaba,
ella misma con sus dedos,
fogosa se masturbaba.
En fin, que según las crónicas
que su historia nos relatan,
ante sus muslos abiertos,
o sus sonrosadas nalgas,
o sus manos o su lengua,
cayeron tristes y lacias
las más erectas y altivas
pollas de aquella comarca,
pues era tanta la fuerza
que al deleite la empujaba,
que en vez de haber en su corte
como a la sazón se usaba,
pajes a su servicio,
ella solo usaba pajas...
Mas como debajo de una falda
está el mágico resorte
que en el orbe rige y manda,
doña Urraca usó su chocho
con tal sabia y justa maña,
que convirtió su lascivia
en lauros para su patria.
Y ella pasó a los anales,
no como impura y nefanda,
sino como la más grande
heroína y capitana
cual verá a continuación
quien esta historia escuchara.
Romance Segundo
En fino alazán montado,
al aire su alba chilaba,
galopaba Alí-Ben-Imete,
capitán de las mesnadas,
al frente de las que, invicto,
viene desde la Alpujarra,
sembrando pavor y muerte
por las tierras castellanas.
Alí-Ben-Imete es moro
de unos dos metros de talla.
La su cabeza es altiva,
la su apostura gallarda,
los sus cojones enormes,
y la su polla es tan larga,
tan gorda, dura y erecta,
que cuando tras la batalla
en un poblado entra a saco
y el su pollón desenvaina,
las damas enloquecidas
caen a sus pies desmayadas,
gritando:"¡Alí-Ben-Imete!,
¡Alí-Ben-Imete, envaina!",
y el moro las obedece,
prestándose a envainarla...
en los coños y en los culos
de las asustadas damas
que sufren aquel ataque
del morazo que se ensaña,
y hace más bajas jodiendo
que en el campo de batalla.
Con esta pujante fuerza
y la de sus huestes bravas,
que en cuanto a pollas y huevos
dicen que tampoco son mancas,
se aproxima el moro Alí
al nevado Guadarrama,
para asaltar el castillo
de Don Pero de Pollacasta,
dar por culo a sus guerreros
y tirarse a doña Urraca.
Romance Tercero
En el castillo se aprestan
a defensa desesperada.
Se reafilan los cuchillos,
se pulen dagas y lanzas,
prepáranse los cañones,
los arcabuces se cargan...
Pero y sus soldados,
de miedo también se cagan
y los huevos se les suben
muy cerca de la garganta.
Mientras tanto, en su aposento,
rodeada por sus damas,
por sus pajes y doncellas,
y un puñado de aldeanas
temblorosas y desnudas,
se reclina doña Urraca
sobre mullidos cojines;
ya que cojones no halla.
Y con dulce y tierno acento
va iniciando a las zagalas
en los refinados goces
que ocupan su cuerpo y alma.
Mas hay un algo en el rostro
pálido de doña Urraca,
que nos dice que no es vicio
todo lo que allí se fragua:
y que detrás de los coños
que todas lucen impávidas,
hay algo más puro y noble
que planea doña Urraca...
Mas volvamos al camino
por donde Alí-Ben avanza,
en el momento en que sobre
una colina se halla,
desde donde se vislumbra
a diez tiros de pedrada,
el castillo de don Pero
que muerto de miedo aguarda,
mientras los campos se inundan
de la claridad del alba.
Alí-Ben-Imete ordena
detenerse a sus mesnadas
y los distribuye en forma
que a izquierda y derecha avanzan
y cercan la fortaleza,
que así es plaza sitiada.
Romance Cuarto
El sol ya escaló la cumbre
del abrupto Guadarrama
y con finos rayos de oro
va vistiéndola mañana.
De pronto los tambores
y los clarines se hermanan
en los épicos sonidos
que repiten las montañas...
Por los cuatro puntos cardinales,
los moros avanzan
al piafar de los caballos
y el refulgir de las armas.
los jinetes se enardecen
con sus voces y algazara,
olfateando la batalla:
"¡Salid a luchar, canallas!
¡Hijos de puta, maricas!
¡Quien tenga huevos que salga!"
Pero en las altas almenas
enmudecen las gargantas,
los soldados se acojonan,
y los arcabuces callan...
Alí-Ben, manda hacer alto
ya cerca de la muralla,
descabalga y da la orden
que pie a tierra todos hagan.
Y ya con recochineo,
grita, alzando la mirada
donde supone a don Pero,
tras una torre almenada:
"Oye Periquito ... nene;
ya que no quieres batalla,
vamos a mearnos todos
en tus muros y en tu gracia.
Mientras nosotros meamos,
te doy tiempo a que abras;
pues si no abres, Perico,
voy a cagarme en tu estampa!"
Y al acabar de decir
estas rotundas palabras,
saca su enorme cipote,
espera a que también lo hagan
sus soldados, y en tal guisa,
comienza la gran meada.
El ruido de los chorros
se asemeja a una cascada.
Las pollas horizontales,
con un bosque han semejanza
de pinos, que reverentes
saludan así a sus damas...
¡Abajo, todo son risas!
¡Arriba, todo son lágrimas!
De repente cae el puente,
las fuertes rejas se alzan,
la puerta de honor se abre,
la poterna es franqueada.
¡Se hace un silencio de tumba!
Solamente es escuchada
la sacudida de las pollas
que quedaron rezagadas ...
Todos se aprestan a ver
a don Pero con su guardia,
salir a rendir el fuerte
y los hombres y las armas ...
Romance Quinto
Mas lo que surgen son hembras,
como deslumbrantes criadas.
Doncellas de ojos azules,
mozas de robustas nalgas,
pajas de cuerpos impuros,
robustas y ebúrneas damas ...
¡Y a su frente, altiva y firme,
la cojonuda Urraca!
Todas sin armas ... desnudas ...
si bien sus encantos tapan
cada una, con un pendón
de la casa Pollacasta.
¡La morisma queda muda,
absorta, petrificada!
De pronto rompe el silencio
la voz vibrante de Urraca,
que así grita a los moriscos
retadora y demudada:
"¡Infieles que osáis venir
a hollar nuestra santa patria,
a robar nuestras haciendas,
y a las mujeres preñarlas;
Yo, dama de aqueste feudo,
os reto, si habéis agallas,
aquesta batalla empezar
por donde todas acaban!"
"¡Que es: apresar las mujeres;
y como botín, follarlas!
¡Aquí tenéis nuestros cuerpos
que ya el sacrificio aguardan!"
Y esto diciendo, se quita
el pendón que la tapaba
a la vez que todas otras
se quedaban despendonadas,
luciendo sus cuerpos níveos
bajo el sol de la mañana.
Demostrando de este modo,
por su hermosura y su gracia,
que tras cada pendón,
un pendón mejor se halla.
¡Un rugido como un trueno
retumba por las montañas!
¡Las flojas pollas morunas
se crecen desmesuradas!
¡Alí-Ben, tiene la suya
que le llega hasta la barba!
¡Miran absortos el cuadro
que les brinda doña Urraca!
¡Convexos muslos turgentes!
¡Grandes tetas redondeadas!
¡Pechos pequeños y duros
como sabrosas manzanas!
¡Pezones rojos cual fresas!
¡Nalgas firmes y abultadas!
¡Bocas húmedas y rojas!
¡Hombros redondos de nácar!
¡Y sobre todo, cien coños
de la más variada laya!
¡Salientes como el relieve!
¡Abultados cual grana!
¡Unos enseñando el clítoris!
¡Otros cual boca cerrada!
¡Aquel que hasta el mismo ombligo
la pelambre le llegaba!
¡Este con el triangulito
cual una incipiente barba!
¡Ese otro negro retinto!
¡Ese otro, color castaña!
¡Y todos desafiantes,
dispuestos a la batalla ... !
Hay un momento de duda,
mas, pronto Alí-Ben avanza
y al grito de:"¡A joder chicos!"
al suelo tiran armas,
y empuñando los carajos,
hacia las damas se lanzan,
revolcándose en el polvo
que su homónimo reclama,
por lo que en el polvo duro,
un blando polvo se fragua,
Alí-Ben como jefazo,
se aproxima a doña Urraca,
y echándola boca abajo
y entreabriéndole las nalgas,
por el mismo ojo del culo,
hasta los huevos la cala!
Se oyen ¡ayes! de deleite
¡imprecaciones de rabia!
¡Gritos de dolor y angustia!
¡Suspiros de desmayadas!
¡Aullidos, golpes, rugidos, ...!
¡Huele a sangre derramada,
a sudores enervantes,
a carne que se desgarra!
¡Huele a espermatozoides,
a marisco ..., a bacalada, ...
un olor salubre ... acre ...
¡A coño, en una palabra!
Romance Sexto
Pero mientras todos joden,
lo lamen, o se la maman,
salen don Pero y los suyos,
a los que avisó una dama,
que instruida de antemano,
dio tal misión doña Urraca.
El Pollacasta y sus hombres,
repuestos de la pasada
sorpresa, surgen astutos,
recatando sus pisadas,
y en un santiamén se adueñan
de las arrojadas armas
y tal cual están jodiendo,
los sorprenden, los amarran,
los encierran en mazmorras,
y uno a uno, poco a poco,
como a cochinos los capan,
dándoles suelta y unciéndolos
para tareas de labranza,
ya que capones, se tornan
en criaturas muy mansas.
Solo uno libra su cuerpo
de tan infame tala:
el capitán Alí-Ben,
ya que juró doña Urraca
matar al rebelde infiel
con las mismas armas
que él mató a tantas mujeres,
pues según la frase sabia,
ha de morir siempre a hierro,
todo aquel que a hierro mata.
Y pues mató con la polla,
volviéndose contra él su arma,
y de gusto fue muriendo,
a fuerza de mil mamadas
que doña Urraca le hizo
para... saciar su ... venganza,
hasta que exhausto y sin leche,
al infierno entregó su alma.
¡Así doña Urraca venga
la hacienda y la buena fama
de su amadísimo esposo
don Pero de Pollacasta
y Manso de los Cambrones
señor de aquella comarca,
quien aún vivió luengos años!
Y según la historia canta,
previendo su dulce esposa
que en sus paseos se extraviara,
para poder encontrarle,
un cencerro le colgaba
y así don Pero, confiado
por sus praderas pastaba,
hasta que Dios, con las manos,
llevose un día su alma.
Y esta es la historia, señores,
de la brava capitana
que con su coño ganó
prez y hacienda, honor y fama,
sirviendo al rey, su señor,
a sus vasallos y a España,
para ejemplo de mujeres
y para hombres enseñanza.
Y aquel que no lo creyere,
¡que a tomar por culo vaya!