Con un suspiro se recostó ella, y los músculos de su bien formado cuerpo se aflojaron. Por un instante, resistióse a él, pero deseando de todo corazón que no hiciera caso de sus protestas: eso que tantas noches le había quitado el sueño era lo que ellaquería. pero ahora había llegado el momento y... tenía miedo. Cierto que él era hombre de gran experiencia, mas para ella era la primera vez.
Solos, en esa piecita. Ella se sintió nerviosa. El le ofreció no lastimarla. Le puso la mano sobre aquel lugar que ella escondía, mientras trataba de convencerla. Temerosa, le quitó la mano, y él se la volvió a poner, apretando. Ella dirigió los ojos hacia la cosa tremenda que él tenía en la otra mano. Sus protestas se acentuaron cuando estuvo cerca, sintiendo su aliento junto a su boca. La calmó con palabras suaves al oído: que no tuviera miedo, que era muy práctico y que no le iba a doler. Convencida, dejó que él maniobrara. Aflojó los músculos y abrió bien para dar cabida a quello.
Su cuerpecito frágil se estremecía. Quería luchar, mas sus fuerzas la abandonaron. Sintió correr algo caliente: ¡Sangre! Una emoción viva la envolvió y gritó: "¡Basta, por favor...! ¡No aguanto más, no aguanto más...! ¡Déjeme, por favor...! ¡Basta! ¡Ah, ay, no no...! ¡No aguanto más...! ¡Ah, ay, no...! ¡No me la saque, se lo ruego!"
Parecía noche sin fin y sólo habían transcurrido unos minutos. Ya iba a concluir. Ella sintió viva emoción. Su cuerpecillo se estremecía una y otra vez: estaba extenuada.
Al cabo de un momento él dijo: "¡acabé!" Quedó serena, satisfecha, con los músculos laxos: por fin, el dentista le había sacado la muela.