He leído por ahí, que en los domicilios particulares los crímenes abundan muchísimo. ¡Es espantoso pensar que dentro de la armonía familiar alguien pueda, tan sólo, imaginar en quitar la vida a un miembro de su entorno! Y según parece, los caballeros tienden mucho a que se les pase un poquito la mano y mandar a la señora de un coscorrón a la cajita negra. ¡Qué valor! No sé cómo se puede, ni siquiera, pensar en un asunto así.
Pero no crean que las damas quedan al margen. Algunas esperan a que su marido esté durmiendo la siesta para, enseguida, caer sobre él. ¡Los pelos, de punta se me ponen! ¡Qué espanto, que alguien, fríamente, pueda meditar un asunto tan terrible como el crimen hacia una persona amada! No quiero ni hablar del tema.
Y digo yo: ¿cómo se las arreglarán ellas, las asesinas, para quitar del medio a sus esposos sólo con lo que tienen a mano en la cocina? Hombre; el cuchillo patatero, no creo que valga, ¡es tan cortito...! Claro, que termina muy afilado, y, a lo mejor, introduciéndolo con fffuerza y buen pulso en pleno corazón... Pero debe ser más útil el del jamón; ¡tan largo...! La punta redondeada, no serviría; pero bien afilado, al ser muy fino, debe cortar la yugular con una facilidad asombrosa. O las tijeras; un corte limpio en la ingle, como si estuviera cortando un pollo a contramuslo..., debe seccionar la femoral en un santiamén, con lo que el desangrarse está asegurado. Y la olla a presión... Cójase, preferiblemente, llena y con tapa, para que el peso sea mayor, y viértase con fffuerza sobre el cráneo de la presa; no es necesario el uso de la válvula. La rotura del cráneo es inmediata. Y también se puede utilizar el cascanueces. Si se pilla en medio la nuez del marido, la que
tiene en el cuello, y se casssca de un movimiento brusco, su esposo se asfixiaría antes de despertarse. También serviría el abrelatas; pero, no, debe ser muy doloroso abrir la caja craneana con él, y muy sucio. ¡Ay cómo está el mundo!; ¡hay que ver! ¡Menos mal que sólo una minoría de desequilibrados son los que piensan en crímenes y esas cosas, porque a mí ¡en la vida se me ocurriría hablar del tema! ¡No creo ni que tuviese imaginación...!
Transcripción: CAV