SIÉNTATE CONMIGO
  Año Bisiesto (Antonio Perán Elvira)
 

 

 

Año Bisiesto

Antonio Perán Elvira

Ha llegado un año nuevo

con su ronda tributaria,

abismática y silente;

su estacional balanceo

de mecedora celeste;

sus doce citas galácticas;

sus trece lunas en pleno;

sus cincuenta y dos escuadras

marchando en fondo de siete;

sus cerca de cuatrocientos

derviches en torno a un eje,

y sus señales horarias

descolgándose del péndulo

en horas de campanada,

minutos de cuentos breves

y segundos, por momentos,

conminación o suspense.

Y todos gritando llamas

por sendas bocas: "bisiesto",

por un revuelo de falda.

Ojalá que no renieguen

de sus gritos en enero,

aunque sea porque emprende,

ni en febrero, por la talla,

ni en marzo por homogéneo:

Será que de la jornada

he cubierto todo el Este.

 

Ha llegado un año nuevo

con tanta cintura en ciernes

que, cuando brota en su barba

la nieve de blancos flecos,

en sus pies bailan sandalias

y en sus tobillos, aretes,

de grandes branquias de cuero,

que respiran sordamente;

a ritmo de yunque y fragua;

un año de desconciertos,

como apuntan las espadas,

con las rodillas de fiebre

o de risa enloqueciendo,

y el pecho en alerta urgente

para no morir de lágrima;

un año dispar, complejo...,

de propias y de contrarias,

con el estómago inerme,

por el hambre del esfuerzo,

y de fiesta el bajo vientre,

por el recreo y la fábrica.

Mas, en los dos hemisferios,

coincidiendo las distancias

en el nombre que ponerle:

concretamente, Bisiesto,

porque será diferente.

Quiera Dios que, por su gracia,

en abril siga el acuerdo,

aunque sea por templanza,

y en mayo, porque propende,

y en junio, por el extremo:

supondrá que tiendo redes

en mi paso por el agua.

 

Ha lleghado un año nuevo

avivando la esperanza,

como siempre, con un fuelle

de ilusiones, convirtiendo

lo añorado en lo corriente,

como norma, la hojarasca

del desdén en el desvelo

rebosante de quien ama;

un año de flor y mieles,

pintado por el deseo

con marco y con caballete

diseñados por las hadas

a propósito del lienzo,

y con pinceles y espátulas

hábiles en los laureles

y en los colores de ensueño.

<un año que, cuando suene,

nudos haya en la nostalgia

que lo recuerden Bisiesto,

con una cruz y una estampa.

A ver si persisten fieles

en julio, por el regreso,

y en agosto, por relieve,

y en septiembre, porque traza

horizontes con los dedos:

querrá decir que mis alas

siguen batiendo trimestres.

 

Ha llegado un año nuevo.

Y es probable que no encuentre

convergencia necesaria

la experiencia con los rezos,

y que luzca la bonanza,

por ausencia, y las hieles,

por frecuencia; que el infierno

con el alba se despierte

y en maitines haga gala

de clarines, recorriendo

y azotando la mañana

con sus crines estridentes,

y sus ruines mensajeros

anunciando del pesebre

los rigores; de la pascua,

los dolores; del desierto,

la inclemencia; de la pausa,

los temores, y del huésped,

los pastores, tristes reos

de la vida y de la suerte,

humillados por la nada

y abrumados por el ruego.

Sin embargo la canalla

de los hados, y aun si fuesen

malhadados los bisiestos,

sólo por un veintinueve,

por favor, que no decaigan

en octubre los entuertos,

aunque sea por mudanza,

ni en noviembre, porque tiende,

ni en diciembre, por el término:

Significará que el césped

ha dejado de ser planta...

Significará... que he muerto.

 

 

 

 
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