Navegación |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Dulce y Sereno, Seguidillas a A. Vicente Mosquete (Antonio Perán Elvira) |
|
|
DULCE Y SERENO
(SEGUIDILLA REFORZADA)
DEDICADA A ANTONIO VICENTE MOSQUETE
Antonio Perán Elvira
No te puedes morir
dulce y sereno,
por más que quieras...,
por mucho que te obstines...,
aunque en el cielo
suenen trompetas
que anuncien tu llegada
con pompa y trueno.
porque la idea
jamás se desvanece
en el silencio
dulce y serena.
Una idea se bate
contra los vientos
sobre la piedra,
y de inmediato oradan
el torso yerto
raíces plenas
de fuerza, que se agarran,
con el empeño
de la conciencia,
al fondo desolado,
hasta prenderlo
de primavera;
raíces que por ramas
se van urdiendo
era tras era,
para rehacer el mapa
del universo
con rutas nuevas,
y que después con hojas
de verde tierno
serán estrellas.
No te puedes morir
dulce y sereno,
porque la lengua,
que es cincel penetrante
del ágil verbo,
dulce y serena
no desiste del habla
ni por consejo
ni por afrenta;
al contrario, perdura
mordiendo el hierro
con su herramienta
de dientes avisados
y franco verso.
Y esa es tu lengua:
acicate que hiende
los desafueros
en la defensa
de que los vbencedores,
que no lo fueron,
por fin lo sean
en atención tan sólo
al simnple mérito,
que manifiestan.
Y así son tus palabras:
redondos ecos
de sementera,
que, por llegar al surco
profundo y recto,
ruedan y ruedan,
y luego resucitan
en voz de pueblo
rotunda y quieta.
No te puedes morir
dulce y sereno.
Y si se acerca
la muerte sigilosa,
con roce seco
de hueso y tierra,
y rastro de serpiente,
oponte quedo...
tal como cierras
los ojos cuando ríen
tus pensamientos;
que por tu queja
se ablande con la carne
la del acero,
cuando se yerga,
con rechinar de filos,
sobre tu cuello.
Dile que yerra:
que las calamidades
están durmiendo.
Y si no, deja
que los que te vivimos
pongamos cerco
con nuestra selva
en torno a tu sonrisa:
a ver si el miedo
se ceba en ella
por la extensión del número,
o por el peso
de la evidencia
de tanta vida junta,
que funde el tiempo
con sus calendas.
No te puedes morir
dulce y sereno,
por más que quieras...,
por mucho que te acechen
los hados negros...,
aunque te mueras...
|
|
|
|
|
|
|
Total visitas 971232 visitantes (1869736 clics a subpáginas) |
|
|
|
|
|
|
|