Queridas voces dramáticas y cómicas de la antigua radio:
Esta carta es fundamentalmente de agradecimiento, a la vez que para expresaros todo mi cariño y admiración.
Sin duda fuisteis una parte muy importante de mi formación literaria, allá por finales de los 60 y todos los años 70, aunque muchas de vuestras aportaciones, habían tenido lugar con mucha anterioridad a esa época.
Vuestra capacidad para recrear personajes, ora ligeros, ora de gran carga dramática, contribuyó a que mi mundo se hiciera grande, con miles de sueños y fantasías, que me atrevo a decir que hicieron de mi vida, algo más real y grato. En un periodo en que los tonos grises eran lo predominante, vuestras voces hicieron que mi corazón se sintiera continuamente acompañado.
Erais y creo que lo seguiréis siendo para siempre, mis auténticos ídolos; pero no sólo eso. Os siento como esos amigos a los que nunca pude dar un abrazo. Muchos de vosotros, ya no estáis aquí. Sin embargo, de alguna forma siento que hay un vínculo que nunca se romperá. Como decía antes, creasteis un montón de personajes totalmente vivos para mí. Esos personajes, nunca morirán, porque están hechos de un material indestructible. Este material se llama verdad. Vosotros poníais un trabajo de enorme calidad y me atrevo a decir que gran parte de mi colectivo de personas ciegas, poníamos una intensa sed de conocer otros mundos, otras realidades que enriquecieran la nuestra y gracias a esa perfecta y bendita simbiosis entre vuestro trabajo y nuestro deseo intenso, se fabricaron mundos mágicos que hoy siguen endulzando nuestras vidas.
NO me resisto a nombrar alguna de esas queridas voces. Aurora Vicente, Lola Villaespesa, mi admirado tocayo Roberto cruz Cousillas y, ¡cómo voy a olvidarme de la interpretación más querida para mí, de Jean Baljan, que me regalaste tú, pepe Calvo!
Si quisiera nombrar todas las voces, no cabrían en una carta, por lo que espero que me perdonéis los, Eduardo La Cueva, Matilde Conesa, etc, de la entrañable en aquellos tiempos, Radio Madrid.
Gracias por haberme dado alimento espiritual. Gracias por haberme hecho mucho más feliz y por esos momentos inolvidables de total comunión con determinados personajes, que han sido mis Maestros, en muchos aspectos de mi vida. En definitiva, gracias por vuestro trabajo y compañía. ¡Cómo me habría gustado conoceros, al igual que muchos jóvenes persiguen a sus cantantes o futbolistas favoritos! Sin embargo, creo que tengo una cosa a mi favor. Os quiero mucho y confío en que mi amor, admiración y agradecimiento, os lleguen, donde quiera que estéis.
Un fuerte abrazo de vuestro hermano.
Roberto