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  Incendio al Mediodía, de Recuerdos de mi Vida: Memorias de un Director de Hotel (Mariano Verdejo Vendrell)
 
 
 
 
  Incendio al Mediodía
  (De Recuerdos de mi Vida: Memorias de un Director de Hotel)
 
  Mariano Verdejo Vendrell
 
  Lo del incendio fue diferente a todo lo que nos había ocurrido hasta entonces, que no era poco ni falto de gravedad. El hecho de que ocurriera hacia las doce del mediodía, cuando los clientes se hallaban en la zona de piscina o fuera del hotel, impidió que sus consecuencias fueran más graves y que hubiera daños personales. Todo comenzó con la alarma de que una habitación en la zona de los "seiscientos" estaba ardiendo. De inmediato, todas las fuerza vivas del hotel dirigieron sus esfuerzos a extinguir el fuego, a la vez que se daba aviso a bomberos y policía solicitando ayuda. Apenas teníamos medio dominado el incendio cuando se detectó un segundo incendio en otra habitación de la zona de los "cuatrocientos". ¡Demasiada casualidad! A esas alturas ya habían llegado los bomberos que con la ayuda de nuestro personal se dedicaron a extinguir ambos focos de incendio. Pero la cosa no acababa aquí porque, sin solución de continuidad se nos avisó de que una tercera habitación estaba ardiendo en la zona de los "doscientos". A esas alturas, estaba clara la intencionalidad de tres incendios ocurridos prácticamente al mismo tiempo en tres zonas muy alejadas entre sí. A todo esto, nuestro personal dio muestras de una entrega y valentía admirables. A destacar la de una camarera de Pisos que, infatigable, corría de una a otra habitación en llamas intentando ayudar a unos y a otros hasta llegar a la extenuación. La hicimos parar obligándola a que se fuera a casa a reponerse. Ya había hecho más que suficiente ese día. Apagados que fueron los tres conatos de incendio, empezaron a estudiarse los detalles de los mismos. En las dos primeras habitaciones, los daños materiales fueron totales y se hallaron indicios de provocación al hallar restos de revistas enrolladas y medio quemadas que, al parecer habían sido usadas para iniciar los incendios. En la tercera, la menos dañada de las tres, además de hallar papeles y ropa a medio quemar intencionadamente (las revistas y la ropa estaban encima de la cama), se echó en falta la cartera con dinero y tarjetas de crédito del cliente de dicha habitación, así como su cámara fotográfica. No así en las dos primeras habitaciones. Parecía evidente que los dos primeros incendios se provocaron como una maniobra de distracción para, mientras tanto, robar tranquilamente en la tercera habitación antes de incendiarla. El susto fue grande, pero los clientes, en plena hora del baño, solamente se enteraron a medias, viendo curiosos el correr del personal y luego de los bomberos, arriba y abajo, apenas conscientes de lo que ocurría. No quiero pensar en las consecuencias si todo ello se hubiera producido a la hora de la cena cuando ya muchas familias se han retirado a descansar. Los clientes robados, una pareja española que en esos momentos se hallaban en la piscina, confirmaron que con la cartera les habían robado tarjetas de crédito y algo más de mil pesetas. En ella iba igualmente una tarjeta en la que tenía anotada las contraseñas de las de crédito (mala cosa). La cartera se encontró, al día siguiente, en una papelera. De ella habían desaparecido las tres cosas, naturalmente. Aun cuando se dio rápida noticia a Visa y demás para que anularan las tarjetas, el aviso llegó tarde. El ladrón ya había utilizado una de ellas sustrayendo varias cantidades por un montante total de aproximadamente dos mil quinientas pesetas. A los pocos días, la Guardia Civil, a través de un capitán de la misma ya retirado y buen amigo, M. P., habitual visitante del hotel, me notificó que en el Cuartel tenían la grabación de la cámara de seguridad del cajero automático donde se habían producido las sustracciones en cuestión. Personado en el Cuartel, se ofrecieron a pasarme la película por si podía reconocer al ladrón que probablemente habría sido grabado. Por la hora que figuraba en el detalle de las sustracciones, podía irse directamente a la misma hora que figuraba en la grabación, por lo que sería fácil ver quién había sido el usuario de la tarjeta. Otra cosa sería poder reconocerle... La sorpresa fue grande. ¡La persona que usaba la tarjeta sustraída no era otra que la "esforzada" camarera que había mandado para casa a reponerse durante el incendio de las habitaciones! La muy infeliz ni tan siquiera había tomado la precaución de mandar a alguien de su confianza para realizar las sustracciones. Identificada plenamente, se procedió a su detención, a la recuperación de la tarjeta y a parte del dinero sustraído. A la camarera, ingresada en prisión, se la juzgaría bastante más tarde.
 
  Gracias una vez más, Mariano, por contribuir con tu texto a la ampliación de mi parcelilla cibernética.   
 
 
 
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