Hemos de admitir que la conversación estaba derivando en exceso. El primitivo y original tema de conversación era el cine.
Sí, sí ya se, cine iraní pero cine al fin y al cabo. La conversación degeneró rápidamente hasta el maravilloso y fascinante mundo de las huevas de esturión. Que si el mejor caviar es el ruso, que si no que es el iraní, que si no son huevas que son huevos. Ningún problema hasta el momento pero, ¡oh señor!, la cosa se acabó de desparramar cuando Toni, alardeando de su cursillo del 900 107 900 sobre biología molecular, dijo totalmente convencido:
-Pero tío, ¿tú no sabes que la mitioxidina cuántica reacciona con el aceite?
Casi se me caen las gafas. Imaginaos la escena. Allí sentados en plena discursión y el tio salta y dice, así con ese tonillo: "la mitioxidina cuántica reacciona con el aceite".
¡Oh!, me puse de los nervios.
-Reacciona con lubricante. - Yo veo los documentales de la 2.
-¿Qué?
Joder que careto pusieron. Los dos a la vez se giran y dicen así como medio tontos: "¿Qué?"
-Que reacciona con lubricante - Les volví a decir, pero casi mejor callarse. Estaban allí los dos mirándome con esa cara de asco con la que se mira cuando después de comer caracoles se te queda una babilla colgando por la comisura de los labios.
Siempre he odiado comer caracoles por eso. Es inevitable, al menos para mi, que la salsa resbale. Al final siempre acabo manchado y todo el mundo me mira, horroroso.
-Bueno, eso da igual ¿no?
-Sí, sí, en realidad sí, no hay problema. Mira, se me ha acabado el wisky. Me voy.
-Izquierda, derecha, izquierda, mas a la izquierda. Esos momentos en los que te encuentras rodeado de gente por todas partes pero no sabes a quien dirigirte son angustiosos. Derecha, más a la derecha. Parece como que nadie te conoce pero en realidad tú conoces a todos. Arriba, abajo, delante y atrás. Quizá el problema sea ese, tú conoces a todos pero ellos no te conocen, pasas inadvertido. Te sientes insignificante y a veces incluso transparente y bailas la yenca. Izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante y atrás, un dos, tres. Exasperante, la gente esquiva tu mirada.
Resignado a no abrir la boca en lo que queda de noche vuelves a levantar la vista y te cruzas con unos ojos. Son ojos de hombre, pero tampoco vas buscando sexo, al menos en un primer momento. Solo te apetece hablar.
-Hola. - Que extraño, no me habrá oido - Hola. - Pasito, pasito, pasito-. Hola.
Este tio parece inbécil, me está mirando fijamente yo diciéndole hola y no contesta. Mira, y ahora se ríe. ¡Será capullo!. Contrariado le pones la mano delante de la cara y, cuando reacciona, te das cuenta. Estrabismo. De verdad hay que joderse, el colega está medio bizco y, ¿a que no sabes qué estaba mirando? Una rubia despampanante a tu espalda. Más que disculpas tienes que pedir clemencia y casi correr hasta la puerta, pero... ¡Oh sorpresa!, allí está Purita, la compañera de clase que fue de todos excepto, cómo no, de ti.
-¡Purita!. ¿Te acuerdas de mi?. Soy Pepe, Pepe Pío, compañero de instituto.
Ella te mira de arriba a abajo con cara de asco y pasa de largo sin contestar. La poca autoestima que todavía se mantiene en tu interior se derrumba. Es el momento de entrar en la penúltima etapa de la desintegración moral, la de angustia vital.
Piensas ¡tierra trágame! y cierras los ojos deseando lo imposible, desaparecer. Poco a poco abres los ojos y descubres que nadie se ha fijado en ti, y sonríes y te das la vuelta hasta que en una esquina ves reír a un grupo que te señala con el
dedo. Un sudor frío se apodera de tu cuerpo y te empieza a doler el pecho.
-¡Ay Luis! cuanto tiempo sin verte.
-¿Qué?
-Luis, ¿que no te acuerdas de mi? soy Ana.
-Ana... eeh... ahh... ¡Sí, Ana!. Pero yo no soy Luis.
-¿Tú no eres Luis Cernuda?
-No, yo soy Pepe Pío.
-¡Ahh!, pues yo iba buscando a Luis.
-Que pena.
-¿Le conoces?
-No.
-Es un chico alto, muy guapo, con mucho dinero.
-Que suerte.
-Está trabajando de jefe de ventas del Corte Inglés España, ¿sabes?
-A mi se me acabó el paro hace tres meses.
-Pues este chaval lleva un Porsche azul.
-Que bonito.
-Estoy a ver si me lo ventilo.
-¿Al Porsche?
-No, a Luis.
-Ahh... En el Porsche. -¿Qué?
-No, nada. Oye, ¿has visto el telediario?
-Pero tú por quien me tomas.
-Ahh, no, nada, si yo tampoco lo veo. Me pongo muy nervioso. El presentador mirándome fijamente y sin parar de hablar. Siempre se me enfría la comida.
-Pues yo sí que lo veo.
-Ahh, ¿tú sí?
-Es un modo rápido de informarte mientras estás comiendo, Sobretodo para una mujer ocupada como yo. Porque yo me paso casi todo el día trabajando y la hora de comer es el único rato que tengo libre.
-Yo como estoy en el paro y tengo más tiempo prefiero leer el periódico.
-¿Y cuál es el que lees, El País o El Mundo?
-No, no, a mi me gusta otro tipo de prensa.
-¿El ABC, La Vanguardia?
-No, prefiero el As y el Marca.
-No los conozco.
-Es normal, podriamos decir que se trata de prensa elitista.
-Me estás dejando asombrada.
-Pues eso no es nada, Como nos acabemos yendo a la cama a lo mejor también te ríes.
-¿Qué quieres decir?
-Es algo bastante complicado de entender. En realidad ni yo lo entiendo. El psiquiatra dice que es algo mental. Quizá por eso no lo entienda. Hay veces que creo que estoy tonto.
-A mi también me pasa.
-¿También crees que estoy tonto?
-No...
-Tienes un problema mental.
-No, hombre no. A veces yo también creo que estoy tonta, sobretodo cuando en el quirófano hundo el bisturí en el vientre del paciente. La sangre me salpica y, ¡oh sorpresa!, el paciente grita porque está sin anestesiar.
-¡Guau!. Qué mal rollo ¿no?.
-Ya lo creo, mi anestesista es un incompetente.
-Hay que ver que mal está el servicio. ¿Quieres una cerveza?
-Si.
-Camarero. Dos cervezas y se las apuntas a los de aquella mesa.
-¿Quienes son?... ¿tus amigos?
-No. Ellos eran mis amigos.
-¿Ya no lo son?
-Se enfadaron.
-¿Por qué?
-Antes pedía wisky.
-Ja, Ja ¡muy bueno!
-Sí, y además caro.
-Pues parece que Luis no va a venir.
-Olvida a Luis. Yo creía que te estaba empezando a gustar.
-Sí, me estás gustando, pero admite la diferencia. Luis tiene un Porsche azul y tú...
-¿Yo qué?. No tengo un Porsche azul. ¿Si te dijera que tengo un Porsche azul la cosa cambiaría?
-Hombre...
-Pues tengo un Porsche azul.
-¿De verdad?
-No, es mentira. En realidad es rojo y... bueno, no me gusta mentir, a decir verdad es un Seat 850, pero no veas lo que te ríes con él, sobretodo si coges algún bache. La puerta se abre sola.
-¿La puerta?
-Sí, la semana pasada iba con mi abuelo y el hombre no se puso el cinturón y... ¡menudo escándalo!
-¡Qué fuerte!
-No, no, de fuerte nada, el hombre ya tiene 96 años y quedó hecho polvo. ¿Quieres verlo?
-¿A tu abuelo?
-No mujer, el coche.
-¡Ahh! ¿el coche?. Vale.
Los dos salimos del local y al fin la noche resultó perfecta.