El dinámico Apoderado de cierta sucursal bancaria adoctrinaba a sus conocidos prometiéndoles que de abrir cuenta, con domiciliación de nómina o pensión, según los casos, tendrían en él incondicionalmente no sólo al profesional sino, además y sobre todo, al amigo.
En honor a la verdad, en lugar de "abrir" empleaba la palabra "aperturar", infinitivo éste ausente del diccionario, pero de moda en la jerga bancaria.
Uno de los catequizados por dicho procedimiento, al que para mejor comprensión llamaremos Ursicino, Ursi en la intimidad familiar, visitó al Apoderado y sobre todo amigo, pidiéndole información acerca de dos cargos que aparecían en el último extracto, bajo los epígrafes de "administración" y "mantenimiento".
El importe de ambos no llegaba a las 1.500 pesetas, pero el vecino del piso de abajo, hombre muy gracioso y ocurrente, le sopló que eso era cada doce semanas y 6.000 pesetas anuales justificaban la averiguación.
El Apoderado y sobre todo amigo no entró en explicaciones: con gran cordialidad y afectuosas palmadas en las espaldas del consultante, resolvió el asunto comunicándole que inmediatamente haría un abono por idéntica cantidad. Y aquí paz y después gloria.
Ursicino se despidió sin entender lo de "administración" y "mantenimiento" pero, como persona bien educada, mostró su gratitud al Apoderado y sobre todo amigo.
Al trimestre siguiente y al otro se repitió la operación, por lo que Ursicino propuso como solución definitiva que no volvieran a cargarle los epígrafes de marras.
El Apoderado y sobre todo amigo expuso la imposibilidad de complacerle, porque los movimientos reflejados en los extractos venían desde la Central Contable por ordenador pero, deseando atenderle, gestionaría en su favor ante la Dirección.
Ursicino recordó la Estación Espacial de Villafranca del Castillo, cerca de Madrid, para seguimiento de satélites. Quizá desde allí mandara los movimientos el tal ordenador. En ese caso, no iba a modificar una modesta agencia lo que llegaba a España entera e incluso al extranjero por las ondas etéreas. Admiración y pasmo causaban al buen Ursi la espectacularidad y grandeza del funcionamiento bancario.
Tres meses después, más de lo mismo, como dicen los políticos. En esta ocasión, el Apoderado y sobre todo amigo reaccionó manifestando profunda extrañeza porque, fruto de sus laboriosas gestiones, la Central Contable había autorizado la supresión de los dichosos cargos. Pudieran ser un error del ordenador, que evitaría en el futuro. Por supuesto, le compensó con el consabido abono, y aprovechó la oportunidad para explicarle a fondo lo de "administración" y "mantenimiento". Ursicino logró entender pero no digerir, y salió desconcertado, aunque convencido de que terminarían tan enojosos incidentes, porque lo garantizaba el Apoderado y sobre todo amigo.
A partir de entonces empezó a usar de la cabeza. Le vinieron a la memoria las 2.000 pesetas que pagó en concepto de intereses por aquel descubierto de 10.500 pesetas que solamente duró 24 horas. Ursicino calculó, aunque suspendiera las matemáticas en las convocatorias de junio cursando el Bachillerato, que habían aplicado el 20% diario. Y Recordó también las 540 pesetas, menos 135 de retenciones, que obtuvo al trimestre por un saldo medio superior al millón de pesetas. Nunca protestó por esos negocios carentes de beneficio, pero encajaba mal las dos palabricas "administración" y "mantenimiento" que llevaba grabadas en su tierno corazón.
Por si fuera poco, desconfiaba ya del Apoderado y sobre todo amigo. Creía que ocultaba la verdad y le daba largas, pero de las victorianas, que entre la multitud de largas conocidas son las más fastidiosas.
La luz penetró en su mollera y comenzó a ver claro: compensarían los cargos con abonos, pero jamás se libraría del tormento. Estaba condenado cada noventa días a pedir el favor y agradecerlo. Era la verdad que nunca le diría el Apoderado y sobre todo amigo.
Dos nuevos errores - "inesperados e inexplicables" - del ordenador dejaron a Ursicino como única salida, pese a las disculpas del Apoderado y sobre todo amigo, la de irse con la música a otra parte. Entendiendo por "música" la cuenta corriente con domiciliación de nómina y por "otra parte" cierta caja de ahorros, cada vez más introducida, en la que de momento no le hablaron de administraciones ni mantenimientos.
Al abandonar las oficinas frecuentadas durante tanto tiempo, Ursicino respondió con expresivo silencio al saludo del Apoderado y sobre todo amigo.
El MANUAL DE RÉGIMEN INTERNO DE PRESTADORES E HIPOTECANTES contiene la siguiente máxima: "La mentira es lícita cuando de la verdad no se obtiene provecho".
E. M. de C. (16/1/1999)