Hay relaciones que por muchos años que pasen perduran en el tiempo superando adversidades, arrancando sonrisas, relajándote en momentos tensos, haciéndote compañía en los ratos de soledad, estando a tu lado en los desvelos de la noche, siendo la primera en darte los buenos días y la que te ayuda a conciliar el sueño; sí, querida radio, tu eres uno de esos amores imposibles de olvidar y de dejar, porque es tanto lo que das sin pedir nada a cambio, que quien se enamora de ti, te entrega su lealtad, cariño y fidelidad para siempre. Detrás e cada historia de amor en la que la protagonista es la radio, hay millones y millones de historias, y cada una de ellas encierra múltiples sentimientos, vivencias y recuerdos que las hacen entrañables y diferentes.
Soy incapaz de recordar con precisión el día que nuestros caminos se cruzaron para permanecer juntos toda la vida. Lo que sí puedo decir, es que era yo muy niño cuando te descubrí encima del vasal que había en la chimenea de la cocina de uno de los cortijos en los que transcurrió mi niñez, allí estabas tú, majestuosa y reina de la casa, emitiendo palabras y música que yo no alcanzaba a comprender, pero que no pasaría mucho tiempo en darme cuenta de que eras algo más que un tesoro.
Mi retina está plagada de fotografías en la que tú eras la protagonista y nuestra fiel compañera de desayunos, comidas y meriendas, fotografías en las que ayudabas a mi madre en las labores de la casa emitiendo música, radio novelas y esas noticias a las que la censura les permitía salir por las ondas. Recuerdo que eras una radio grande con dos botones en el frontal, uno para el volumen y el otro para seleccionar alguna de las pocas emisoras que había; en ese mismo frontal, en la parte superior había varios botones en forma de tecla que permitían cambiar entre diferentes ondas o bandas; la encargada de manejar la radio era mi madre, mi padre de cuando en cuando pulsaba alguno de sus botones y nosotros los niños a veces enfadábamos a nuestra madre, cuando más absorta estaba escuchando y tarareando alguna canción cambiándole la emisora.
Mi idilio con la radio quedó sellado esa mañana, en la que me encontré dentro de una furgoneta de plástico una radio pequeña de tres pilas que los Reyes Magos me dejaron en la mesa redonda de la cocina del cortijo en el que vivía, en esa noche en la que dormía con mis padres y hermanos en la casa de mi tía Isabel, para disfrutar junto a nuestros primos del júbilo que provoca la fantasía echa realidad.
Durante muchos años, esa radio se convirtió en una inseparable e irrenunciable amiga, que convivió conmigo en los Colegios de Alicante, Sevilla y Madrid, regalándome su música, contándome lo que había fuera de las paredes de los colegios, inculcándome la afición al teatro, ayudándome a descubrir el amor y dejándome soñar. En muchas ocasiones, todo eso lo hacía escondida bajo mi almohada susurrándome al oído para no molestar a nadie, o simplemente para no ser descubierta y separada de mi.
Son muchos los recuerdos que guardo en mi memoria de esos entrañables e inolvidables momentos en los que la radio fue la protagonista. Sería imposible elegir de entre todos uno solo para enmarcarlo, porque todos y cada uno de ellos entraña una vivencia especial, un momento inolvidable, o alguna situación que por alguna razón me han dejado una huella imborrable.
Cómo olvidar ese programa de discos dedicados, un programa en el que con una canción se felicitaba a alguien por su onomástica, su cumpleaños, o se le hacía llegar un mensaje importante a alguna persona perdida en el rincón más insólito d la sierra: "en el marchalseco, dedicado a José para hacerle saber que su hermano se encuentra ingresado en la Bola Azul sin gravedad", este es sólo un ejemplo de los muchos mensajes que la radio hacía llegar de una manera más o menos ágil a sus destinatarios para informarles de un acontecimiento importante. Gracias a ese servicio eran muchas las personas que con expectación se parapetaban delante de la radio a la espera de una dedicatoria especial.
Cuando con nostalgia evoco los recuerdos vividos junto a esa radio que un día me regalaron los Reyes Magos, es inevitable que me acuerde de mi tío Antonio, cuando a eso del mediodía de improviso se presentaba en casa a visitar a su hermana y sobrinos y a compartir con su cuñado Rafael un vaso de vino sentados a la sombra de la parra que había a la puerta del cortijo. Todavía resuenan en mis oídos esas palabras que me decía cuando se acercaba la hora de las noticias: ;Pepico, trate la arradio pa sentir el parte; y allá corría yo para traerle la radio que colgaba en una de las ramas de la parra a la espera de que empezara el parte, que en un respetuoso silencio todos escuchábamos.
También esa radio, cuando yo estaba de vacaciones, acompañaba a mi madre mientras trabajaba en el campo junto a mi padre segando hierba para los animales, encañando tomates, sembrando hortalizas, recolectando fruta....
A lo largo de mi vida, la radio se ha convertido en esa incansable maestra, que día a día me ha ido obsequiando con magistrales lecciones que me han permitido acceder a la cultura escuchando música, deleitándome con un recital de poesía, describiéndome todo tipo de escenarios a través de cuentos, novelas y teatros salpicados de palabras que me sumergían en apasionantes historias de intriga, drama y fantasía. Una maestra que me ha enseñado que es posible conocer otros países con sus costumbres y culturas, cruzando mares y océanos transportado por las ondas mecidas por el aire. Al igual que millones de personas, he sido testigo del arduo trabajo de una infatigable maestra, que luchó con su palabra como única arma de combate, por la libertad de expresión y por la democracia en las ondas; gracias a ese meritorio y valiente trabajo, hoy es posible disfrutar de una radio libre y plural, que cada cual tiene la oportunidad de escuchar de acuerdo a sus ideales, gustos y preferencias, que nos permite contrastar las noticias bajo perspectivas muy diferentes para que seamos capaces de formarnos nuestras propias opiniones con todo lujo de detalles y datos.
Por buenas que sean, en todas las relaciones siempre hay algún momento o hecho que nos sonroja y que no quisiéramos nunca recordar. Querida radio, la nuestra no es una excepción, y aunque nada tengo que reprocharte, porque tú solo cumples con tu incuestionable compromiso de informar con veracidad y rigurosidad, si quiero confesarte la indignación que me produce comprobar a través de esas ondas por las que caminas con independencia y dignidad, la falta de respeto y sensibilidad de la que nuestros políticos hacen gala, cuando representando a sus electores, faltan el respeto a sus compañeros, a las Instituciones y a los ciudadanos proliferando sin pudor todo tipo de insultos e improperios amparados en la más absoluta impunidad. Pero no te preocupes, porque hechos como éstos no van a poner en riesgo esa apasionada relación que durante todos estos años nos ha mantenido unidos en una envidiada relación que confío se mantenga viva mientras yo tenga uso de razón.
!FELICIDADES QUERIDA RADIO!