Caminaba saludando a todos los que madrugaban como ella, hasta encontrarse con "estrella-columpio". Había dormido acurrucada en el vientre calentito de la Osa Mayor. Se calzó sus zapatillas azules de gamuza, esas ignífugas que le permitían atravesar por el atajo del sol sin quemarse, en cierta ocasión se las regaló Casiopea, ella usaba algo parecido, unas chanclas que le confeccionó Vulcano. Le gustaba observar como él preparaba los volcanes y luego pasearse por encima y, como andaba tan despacito, se quemaba las patas. Entonces Vulcano las ideó y además las hizo resistentes al fuego.
Amanecía en paz, por una vez, a todo lo largo y lo ancho del universo. El barullo cósmico no se había encontrado todavía con la teoría del caos, por lo que los vaivenes del columpio eran suaves. muy suaves. las gemelas Alba y Aurora, espabiladas ya, se acercaron a ella, portando ricas tazas rebosantes de rocío con nubes de azúcar violeta, muy tostaditas, para el desayuno.
¡Rocío! ¡qué rico! ¡qué feliz estaba! La estrella polar le había hablado de una mamá, muy parecida a Wendi,
Eficaz
Lista
Emprendedora
Noble
Amorosa
de voz serena y que tenía entre sus manos, sin saberlo, rota la soledad y la esperaba en el país de: "¡Prontovendrás!" y las estrellas, diligentes, preparaban el viaje.
La luna sin embargo estaba triste. ¿Quién pellizcaría sus mofletes y dibujaría su sonrisa? ¿Para quién prepararía su raja de sandía? ¿Quién iba a trepar por su cuarto creciente? ¡Oh!... pero. pero. Pero. ¡ya sabía! Tenía una idea ¡estupenda! Iría a su hacedor y le diría:
"Amigo hacedor ¡Buenos días! tengo que marchar al país de "Prontovendrás" y tienes que transformarme en fino arrullo para que lleve a una criatura que va a tener allí su casa y luego tienes que colocarme encima de su ventana para que todas las noches pueda velar su sueño y jugar, cuando se despierte a "¡notengomiedo!" ¡porfa, porfa hacedor!
Y esto es cierto, así sucedió y Carla entre nosotros, durante muchos años vivió.